Epílogo

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Lucía

2 meses después

Inefable se ha convertido en un fenómeno literario, alcanzando la extraordinaria cifra de dos millones de ejemplares vendidos. La sorpresa aún perdura en la mente de muchos, al ver cómo un maestro del suspenso ha dado paso a un compendio de poemas románticos. Ser la musa detrás de estas letras es indescriptible, y saber que mi felicidad inspira a otros es una alegría incomparable.

Adrián ha encontrado refugio en mi hogar en estos últimos días, y debo admitir que su presencia se ha convertido en mi propio refugio. Ha estado a mi lado durante mis ataques de pánico, especialmente ahora que mamá y yo estamos yendo al psicólogo para terapias conjuntas como madre e hija. Ha sido difícil; no hay una sesión en la que no salgamos llorando, pero Adrián ha estado ahí para mí.

Gracias a esas terapias, mi relación con mamá ha mejorado considerablemente. Aunque las secuelas de nuestras vivencias aún persisten, estamos comprometidas a sanar, especialmente ella. Ahora no vive en la ciudad; se dedica por completo a la finca heredada de mi abuelo. Verla sumergida en la naturaleza y cuidando de los animales me llena de alegría.

Papá, por su parte, está trabajando para Vertec Industrial y se encuentra fuera del país debido a un nuevo proyecto. Día a día, demuestra ser una pieza fundamental para el éxito de la empresa. Su relación con Adrián también ha mejorado, al punto de que comparten tiempo juntos mientras yo me ocupo de la hacienda.

Mis días transcurren entre lienzos y pinceles. Desde que comencé a vender mis pinturas, apenas salgo de mi pequeño estudio, pero la inspiración fluye sin cesar. He retratado a mi abuelo, la finca, algunas flores y, por supuesto, a Sky y a Adrián.

Mientras me limpio las manos llenas de pintura en mi pequeño estudio, hablo con mi hermano Carlos, quien disfruta de una feliz vida matrimonial con Isabella.

— No queríamos decírtelo tan rápido —me dice Carlos—. Pero papá ya sabe y, bueno, él no es muy bueno guardando secretos.

— Dime ya, que me tienes nerviosa con tanto misterio —le digo, y él se ríe.

— ¿Qué nombres te gustan para niños... o tal vez niñas? —me pregunta, y yo frunzo el ceño, confundida, pero luego lo entiendo.

— ¿Voy a ser tía? ¿Eso es lo que me estás diciendo? —le pregunto a mi hermano, pero él no dice nada—. ¿Seré tía?

— Sí, hermanita, vas a ser tía —me dice finalmente, y yo no puedo evitar celebrar saltando, muy feliz y gritando.

Entonces me encuentro con la mirada de Adrián en el espejo, con sus ojos fijos en los míos. Me regala una sonrisa característica suya, tan peculiar y encantadora.

— ¿Qué pasa? —me pregunta.

— Pasa, señor Davis, que seré tía —anuncio, y él abre ligeramente la boca, para luego acercarse a mí—. Hermano, te escucha Adrián, estás en alta voz.

— Carlos, felicitaciones —dice Adrián—. Y gracias.

— ¿Gracias? ¿Por? —pregunta mi hermano.

— Supongo que, por hacer tía a mi reina. Está que salta de un pie —murmura Adrián.

— Qué cursi mi cuñado —dice Carlos riéndose.

A los minutos colgamos la llamada y Adrián se acerca a mí, tomándome de la cintura. Yo le envuelvo el cuello con los brazos, colocándome de puntillas.

— ¿Estabas pintando, señorita Sanz? —me pregunta y me da un beso casto en los labios.

— No, ¿cómo crees? Estaba cocinando —murmuro divertida, y él entrecierra los ojos.

— Chistosita. ¿Y esta vez qué pintabas? —indaga, mirándome con sus hermosos ojos.

Lo estaba pintando a él, pero no iba a admitirlo, pues su ego, que de por sí ya es bastante elevado, se dispararía aún más.

— A Sky, pienso colgar la pintura en la sala —respondo después de un rato e intento separarme de él, pero no me lo permite.

— Mentirosa.

— ¿Me estás llamando mentirosa? —Frunzo el ceño, y él suelta una risa.

— Ujum, ¿qué puedo decir? Eres pésima mintiendo. Además, ¿quién no me retrataría a mí? —Ruedo los ojos y finalmente me separo de él.

Remojo los pinceles en agua y luego camino hacia el huerto de la casa, donde están Sky y Eda, la perrita que Adrián compró para hacerle compañía a mi bebé, y que ahora está preñada. Algo que nunca pensé permitir, pero mi Adrisaurio logró convencerme con sus argumentos divertidos.

Sentada en los escalones de la casa, Adrián se une a mí y entrelaza nuestras manos.

— Voy a dejar de pintarte; a este paso, tu ego te sacará volando de mi casa —comento, y él suelta una risa ronca, toma mi nuca y une nuestros labios en un beso tierno.

— Es solo que... me sube el ego que una artista tan preciosa como tú pinte a este simple mortal.

— Siéntete afortunado.

— Oh, te aseguro que lo estoy, señorita Sanz —dice con ojos brillantes—, este fue el arte que me llevó a ti.

Cuando vamos a volver a besarnos, el teléfono de Adrián comienza a sonar, haciendo que nos separemos. Él mira su teléfono, frunce el ceño al ver quién llama, pero contesta la llamada sin decir nada. Yo tampoco tengo intención de preguntarle, pero su tono me inquieta.

— En un momento llamaré a papá para que esté contigo lo más pronto posible —dice Adrián, y su tono capta mi atención de inmediato. Hay algo en su voz que me hace sentir una punzada de ansiedad. Suelto lo que tengo en las manos y me acerco más, intentando escuchar mejor.

— ¿Pasó algo? —le pregunto.

— ¿No podías contenerte? ¿Qué tal si papá no puede solucionarlo hoy? ¿Es que te importa un carajo tu trabajo o qué? —la dureza de sus palabras me sacude por completo.

— Adrián ¿Qué pasa? —le pregunto preocupada al ver la tensión en su expresión. Él une nuestra manos, entrelazándolas y continúa atrapado en la conversación telefónica, pero la angustia me consume. Me acerco más, casi desesperada por entender lo que está ocurriendo.

— ¿Lucía? Sí, está conmigo —murmura, y esas palabras me golpean como un balde de agua fría. Entonces escucho algo, lo suficiente para sentir que mi mundo se tambalea—. Claro... entonces que Lucía vaya con Ana y yo voy contigo.

Adrián cuelga el teléfono y sus ojos se encuentran con los míos. Su expresión es una mezcla de frustración y preocupación, y eso solo aumenta mi pánico.

— ¿Escuchaste, verdad? —pregunta, y su suspiro es profundo. Yo asiento, apenas capaz de moverme—. Está detenido, tengo que ir con él y tu con Ana, ella... te necesita.

— ¡Voy por las llaves de mi camioneta! —exclamo mientras corro hacia la puerta.

El arte que me llevó a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora