Adrián
Mi escritorio estaba hecho un desastre. Había un montón de papeles encima y la pared que lo rodeaba estaba llena de post-its con ideas y fragmentos que se me ocurrían. Jamás había usado esos papelitos, pero últimamente se habían vuelto indispensables.
Como de costumbre, me dirijo a casa de papá para almorzar. Inmediatamente, recuerdo el momento en que él conoció a Lucía. Según lo que me dijo, le pareció una joven interesante y bonita, pero lo que piensen los demás no me importa; si yo estoy a gusto con esa persona, al carajo el mundo.
Estoy a punto de abrir la puerta con mis llaves cuando ésta se abre y Victoria aparece detrás de ella.
— Qué coincidencia —dice con una sonrisa.
— ¿Qué? ¿Encontrarnos aquí, en la casa de mi padre, lugar en donde te has estado quedando con Alex? Claro, sí, una súper coincidencia —le respondo, pasando por su lado.
— Adrián, no tienes que ser siempre grosero —me replica cuando ya estoy a mitad de las escaleras.
— No soy grosero, soy literal —le digo. Ella me alcanza en las escaleras, me mira molesta y se sienta en la mesa.
Pregunto por papá y mi nana me responde que está en la oficina con Alex. Me dirijo allí, toco la puerta y papá me da permiso para entrar. En cuanto entro, Alex me mira mal, pero lo ignoro por completo.
— ¿Cómo estás, hijo? —me pregunta papá, dándome palmadas en la espalda.
— Bien, papá. ¿Y tú? ¿Algún caso? —le respondo, y él asiente.
— Y estoy teniendo la ayuda de Alex.
— Qué bueno que esté aquí, entonces —ironizo. Alex me sonríe un poco, pero sé que es forzado.
— Señores, ya está la comida —nos dice Susana cuando aparece en la puerta del despacho.
Nos dirigimos al comedor, donde Victoria ya está sentada, hojeando una revista sin mucho interés. Mi padre se sienta a la cabecera y Alex toma asiento a su lado. Yo me siento frente a Victoria, quien levanta la vista y me lanza una mirada cargada de intención.
— Adrián, ¿has pensado en lo que hablamos la última vez? En la fiesta —me pregunta de repente, rompiendo el silencio incómodo.
— No veo qué hay que pensar —le respondo sin mirarla, concentrándome en servir mi plato.
— Siempre tan amable —murmura ella, volviendo a su revista.
Papá nos observa a ambos con una expresión de seriedad, él sabe que nuestra relación es complicada, pero siempre ha intentado mantenerse neutral.
— Hijo, ¿has hablado con Lucía últimamente? —pregunta, tratando de cambiar de tema.
— Sí, papá, hemos estado hablando —respondo, sintiendo una calidez al mencionar su nombre.
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El arte que me llevó a ti
RomanceRecuerdo mi época en el instituto, donde dibujaba flores de manera casual, sin ir más allá. Fue entonces cuando mi abuelo, me aseguró que tenía talento. A pesar de sus palabras, no lograba ver más allá de lo que para mí eran meras líneas y círculos...