Lucía
Me despierto sobresaltada por los gritos desgarradores que llenan la habitación. Me giro sobre la almohada y me encuentro con el espacio vacío de mi cama. Adrián no está aquí. El miedo me invade y me levanto de un salto, siguiendo el origen de los gritos.
Cuando llego a la sala, veo a Sky junto a Adrián, moviéndose con ansiedad alrededor de él, intentando consolarlo de alguna manera.
— ¡NOOOO! —grita Adrián, su voz llena de terror. Me apresuro a su lado y le muevo los hombros, pero no responde. Sigue atrapado en su pesadilla, sacudiendo la cabeza y gritando.
— Adrián, soy yo —le digo con voz suave, pero no hay respuesta. La desesperación crece dentro de mí—. ¡Adrián, despierta!
Sky empieza a llorar y a ladrar, su propia angustia aumenta la mía.
— Adrián... por favor —murmuro, mi voz quebrándose en una súplica.
Finalmente, sus ojos se abren de golpe. En ellos percibo un miedo profundo y visceral. Dudo por un instante, pero luego lo abrazo, queriendo ofrecerle cualquier consuelo que pueda.
Al principio, no responde, porque su cuerpo está rígido y tenso. Pero después de unos segundos que parecen eternos, siento que sus brazos me rodean con fuerza. Su respiración es errática y su corazón late con fuerza contra mi pecho.
— Estoy aquí —susurro contra su oído—. Todo está bien. Estoy contigo.
— Lo siento... lo siento tanto —murmura con voz temblorosa, aferrándose a mí como si fuera su ancla.
— No tienes que disculparte —le digo suavemente, acariciando su espalda—. Estoy aquí.
Nos quedamos así por un rato, abrazados en medio de la sala, con Sky acurrucado a nuestro lado. Poco a poco, siento que Adrián se va relajando, el temblor en su cuerpo disminuyendo.
— Gracias —murmura finalmente, su voz más estable.
— Siempre estaré aquí para ti —le aseguro, mirándolo a los ojos. Veo cómo el miedo en ellos se desvanece gradualmente, reemplazado por una sincera gratitud—. Ven a dormir conmigo... ¿sí?
— Sí.
Nos levantamos juntos y regresamos a la habitación, tomados de la mano. Esta vez, me aseguro de que esté protegido con mi cuerpo, a pesar de que él es mucho más grande que yo. Antes estábamos en posición de cucharita con él detrás de mí, pero ahora soy yo quien está detrás de él, abrazándolo con fuerza.
— Quisiera que hablaras conmigo... sobre tu pesadilla —le digo.
— Lo haré, pero necesito un poco de tiempo —me responde él.
— Está bien. Buenas noches, Adrián —susurro.
— Buenas noches, mi reina.
Mientras nos acurrucamos juntos, siento que hemos dado un paso importante. No solo hacia enfrentar sus pesadillas, sino también hacia construir algo más profundo entre nosotros. Hoy, nos hemos encontrado en nuestra vulnerabilidad.
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El arte que me llevó a ti
RomanceRecuerdo mi época en el instituto, donde dibujaba flores de manera casual, sin ir más allá. Fue entonces cuando mi abuelo, me aseguró que tenía talento. A pesar de sus palabras, no lograba ver más allá de lo que para mí eran meras líneas y círculos...