Lucía
Luego de despedirme de Adrián, mis hermanos y finalmente de mi papá, evito a mi mamá deliberadamente. No quiero enfrentar otra discusión, otro intercambio de palabras cargadas de resentimiento. No es el momento para abrir viejas heridas. No me despido de ella, ni siquiera la miro a los ojos. ¿Cuándo entenderá que ya no soy una niña?
Nos dirigimos al parqueadero, y mientras Ana se quita los tacones, yo hago lo mismo. Los tacones me estaban matando. Nos subimos a la camioneta, y yo asumo el volante con determinación, intentando concentrarme en el camino y no en las emociones turbias que me invaden.
El trayecto es un silencio tenso, solo roto por el sonido de la música que decido subir más de lo necesario, tratando de llenar el espacio vacío con notas musicales. Sin embargo, el silencio no dura mucho.
— ¿Estás bien, Lu? —La voz de Ana interrumpe mis pensamientos, y aunque su tono es suave, puedo percibir la preocupación en sus palabras.
— ¿Por qué lo preguntas? —le respondo, mirándola.
— Por cómo tienes el volante. —Sigo su mirada hacia mis manos, apretando el volante con más fuerza de lo necesario—. ¿Pasó algo con tu familia en la fiesta?
— Ana...
— Sí pasó algo, dímelo —insiste—. Porque sabes que a mí no me gusta verte así.
Lo sé. Siempre ha sido mi apoyo incondicional.
¿Qué fue lo que pasó en la fiesta? Ah, sí, el enfrentamiento con mamá y su mirada acusatoria toda la noche. Siempre me afecta más de lo que debería. A pesar de toda la terapia, todavía no puedo evitar que su influencia me haga sentir miserable.
Y luego está el encuentro con el escritor. Hablar con él me hizo olvidar todo por un momento, lo cual es sorprendente. Mis problemas siempre están presentes cuando estoy con otras personas, pero con Adrián fue como si mi mente se hubiese apagado por completo. No reaccioné hasta el final de nuestra conversación.
— Fue solo un pequeño enfrentamiento con mamá que no vale la pena mencionar —murmuro, tratando de desviar el tema—. No tienes por qué preocuparte.
— Está bien —murmura Ana, bajando mucho el volumen de la música—. No me contaste mucho sobre Adrián... Y hoy te vi muy alegre con él ¿Qué tal es?
— No pensé que fuera relevante —respondo, mirando hacia adelante.
— Me cayó bien, y es bastante joven —admite con una sonrisa—. Para ser honesta, cuando me dijiste que ibas a hacer el boceto para un escritor de suspenso, me imaginé a un hombre mayor, con hijos y todo eso.
Ayer, cuando hablé con Ana sobre Adrián, no entré en muchos detalles... bueno, quizás sí, pero me limité a hablar sobre sus preguntas, nuestra conversación y el hecho de que oficialmente sería la diseñadora de la portada de su libro. Aunque sigue siendo extraño haber tratado directamente con él, siento que fue lo mejor.
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El arte que me llevó a ti
RomanceRecuerdo mi época en el instituto, donde dibujaba flores de manera casual, sin ir más allá. Fue entonces cuando mi abuelo, me aseguró que tenía talento. A pesar de sus palabras, no lograba ver más allá de lo que para mí eran meras líneas y círculos...