Lucía
— Estaré justo aquí —me dice Adrián mientras nos distanciamos un poco de la bulliciosa fiesta para que pueda hablar con mamá.
Caminamos juntas hasta encontrar una butaca y nos sentamos en silencio. A pesar de las arrugas que el tiempo había dejado en su rostro, seguía siendo una mujer hermosa. Las dudas se han acumulado en mi mente a lo largo de los años, y estar aquí con ella genera una incertidumbre que me asfixia.
— Lucía, yo...
— ¿Por qué? ¿Por qué fuiste tan cruel conmigo?
— No sabía lo que hacía y no sabes cuánto lo lamento —dice, su voz quebrada por el peso de los años y los remordimientos.
— No me diste comida... No me cuidaste cuando más te necesitaba —mi voz se rompe y siento las lágrimas brotar.
— Lo sé y lo siento mucho —responde con lágrimas en los ojos—. Estaba cegada. Tenías algo tan valioso que realmente... merecías, y era el amor de tu abuelo.
Bajo la mirada hacia mis pies. Esto duele, duele mucho.
— Perdí a mi mamá pocos meses después de nacer. Tu abuelo quedó viudo, y yo me quedé sin madre. Lo tenía a él, pero... él viajaba mucho. Su forma de demostrar cariño era llenándome de regalos y creo que después de tantos años, lo entiendo.
— Él nunca me mencionó nada de eso... —le digo, y ella niega con la cabeza.
— Supongo que era mejor no hablar de ello. Mira en lo que me convertí.
Ella está destrozada, y puedo ver los pedazos que ha intentado unir a lo largo de su vida, pero que jamás pudo. No puedo negar que me duele el alma.
— En cuanto a los bienes de mi abuelo...
— No te preocupes, los mereces más que yo —dice entre sollozos y lágrimas—. En ese momento, creí que... creí que al tener algo de él, recompensaría todo el daño.
Se sorbe la nariz varias veces e inhala como si se estuviera ahogando y necesitara mucho aire.
— El día que tomé los archivos de tus bienes... No sé ni por qué lo hice, Lucía. Lo lamento tanto —murmura y mis lágrimas caen como una fuerte llovizna—. Cada vez que intentaba acercarme a ti, me dolía, porque sabía que mis actos no eran los correctos y que tú... que tú no te merecías eso.
— Cuando fuiste a buscarme después de... de ir a la casa de Ana —trago grueso, intentando calmarme—, ¿qué te hizo cambiar de opinión?
A pesar de haber sido un poco grosera con ella ese día, me sorprendió profundamente que viniera a buscarme. De hecho, me alegró. Su intento de arreglar las cosas conmigo me conmovió, pero yo estaba tan cansada de llorar y sufrir por lo mismo que simplemente no pude evitar ser grosera con ella.
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El arte que me llevó a ti
RomanceRecuerdo mi época en el instituto, donde dibujaba flores de manera casual, sin ir más allá. Fue entonces cuando mi abuelo, me aseguró que tenía talento. A pesar de sus palabras, no lograba ver más allá de lo que para mí eran meras líneas y círculos...