Adrián
Estoy destrozado. Con lo sucedido con la madre de Lucía, ahora entiendo muchas cosas. Pero es desgarrador ver a Lucía pasar por esto, y lo peor es que lo enfrenta sola, sin dejar que nadie la acompañe en este proceso.
Ahora que está dormida en mis brazos, lo único que quiero es absorber toda su tristeza. Puedo soportarla, después de todo, siempre he lidiado solo con mis problemas. Pero Lucía no merece esto; ella solo debería tener esa bonita sonrisa que siempre me regala.
Sky se acerca y se recuesta en mis piernas. Quizás también me duerma un poco, intentando escapar con Lucía de toda esta locura.
De repente, me despierto y Sky ya no está con nosotros. Lo oigo ladrar, pero al menos Lucía sigue dormida. Todo está oscuro... ya ha anochecido. Debimos dormir al menos tres horas. Con mucho cuidado, la dejo en el sofá para que siga durmiendo y abro la puerta a Sky para que deje de ladrar. Pero incluso afuera no cesa, se dirige a la puerta y me mira.
— ¿Qué pasa, campeón? —le digo acariciándolo, y él ladra de nuevo.
El timbre suena y sus ladridos empeoran. Echo un vistazo por un hueco en el portón y, para mi sorpresa, está la madre de Lucía. Debería no abrirle... pero al final lo hago.
— Necesito ver a mi hija —dice, sorbiéndose la nariz. Sus ojos están hinchadísimos, como si no hubiera parado de llorar desde el enfrentamiento con Lucía en la tarde.
— No.
— No me digas que no puedo verla, es mi hija.
Sky sigue gruñendo y me agacho para calmarlo.
— Mire, ahora está durmiendo. Quiero que descanse, ya lloró mucho. Váyase.
— Es que... no lo entiendes, necesito hablar con ella, yo...
— ¿Para qué? —le pregunto molesto—, ya la lastimó con todo lo que dijo hoy. Si eso era lo que quería, lo logró. Ahora, váyase. En otro momento hablará con ella —le digo, y ella se cubre la cara con las manos, llorando frente a mí.
Nunca sé qué hacer cuando alguien llora, excepto con Lucía. Con ella, haría cualquier cosa para hacerla sonreír. Pero con esta señora, no sé cómo reaccionar. Estoy a punto de decirle que se vaya cuando la puerta de la casa se abre. Es Lucía.
— Hija... lamento todo lo que te dije. Yo culpo a otras personas, no debí hacerlo contigo...
— Esto no es de ahora, es de años —responde Lucía a mi lado—. No me diste comida cuando era pequeña, mamá. Me dejaste encerrada en el carro sin aire, casi me ahogo... Me dejaste sola en un centro comercial a mis doce años.
— Pero yo volví por ti, Luci. Yo... yo volví por ti —intenta acercarse, pero Lucía retrocede—. Cuando volví, ya no estabas y...
— ¡Por supuesto que ya no estaba! ¡Estuve horas allí!
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El arte que me llevó a ti
RomansRecuerdo mi época en el instituto, donde dibujaba flores de manera casual, sin ir más allá. Fue entonces cuando mi abuelo, me aseguró que tenía talento. A pesar de sus palabras, no lograba ver más allá de lo que para mí eran meras líneas y círculos...