Penúltimo capítulo
AdriánHoy, Isaac me invitó a su casa para comer y charlar un rato sobre la vida. A veces siento que no somos como otros hombres que simplemente tienen amistad con otros hombres —valga la redundancia—; nosotros nos queremos mucho, somos como hermanos. Cuando llego, el estruendo de mi moto llama la atención y veo a Isaac afuera con una pala y unos guantes.
— Para que sepas, no te estaba esperando —dice apenas me quito el casco.
— Tampoco pensé que fuera así —respondo encogiéndome de hombros—. ¿Qué haces con esa pala y esos guantes? ¿A quién vas a enterrar?
— Es que Ana...
— ¿A Ana? —interrumpo confundido.
— No, idiota —murmura—. Ana vino ayer, ni siquiera quiso entrar, pero le gustó el espacio frente a la casa, así que...
— ¿Estás haciendo jardinería por ella? —pregunto con una ceja alzada y él me mira con cierta incomodidad.
— Ok, ahora que lo mencionas es un poco cursi—dice, y ambos reímos—. Aunque no solo por ella, es que estaba creciendo una flor cayena rosada y unos mocosos la mataron.
— No me digas.
— Lo digo en serio —se defiende, y asiento con una sonrisa—. A esta hora siempre salen, supuestamente a jugar.
— Bueno, suerte con tu jardincito —le digo dándole una palmada en la espalda antes de entrar a la casa.
Una vez dentro, me recuesto en el sofá y en segundos Isaac aparece y se dirige directamente a la cocina. A los pocos minutos me llama a la mesa y me encuentro con un banquete que luce delicioso y huele aún mejor. No dudo en probar la comida.
— Superaste mis expectativas —comento entre bocados, y él sonríe satisfecho.
— ¿Verdad que está buena? —confirma mientras sigue sirviendo más comida.
Después de comer, Isaac vuelve con envases llenos de más comida y me sirve un poco más en mi plato, aunque algo me hace dudar.
— No la hiciste tú, ¿verdad? —le pregunto, y él niega con la cabeza.
— Te mentí —admite, recibiendo mi mirada de desaprobación—. Mi mamá dijo que había preparado demasiada comida, así que simplemente la recibí.
— Dile que gracias —respondo con una sonrisa.
Cuando finalmente terminamos de comer, nos sentamos en la sala y le cuento sobre mis últimos días con Lucía, compartiéndole cómo va el proyecto que debería mantenerse en secreto, aunque Isaac siempre sabe cuándo miento. Bueno, Lucía también, pero Isaac en este caso me descubrió antes.
— Tienes que decirle a Lucía antes de que la editorial lo anuncie, o terminará enojada —me advierte Isaac.
— Sí... tienes razón, hoy mismo se lo diré —murmuro, mirando la hora en mi teléfono—. Por cierto, me voy ya; ella está un poco enferma y quiero visitarla, hace casi un día que no la veo.
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El arte que me llevó a ti
RomanceRecuerdo mi época en el instituto, donde dibujaba flores de manera casual, sin ir más allá. Fue entonces cuando mi abuelo, me aseguró que tenía talento. A pesar de sus palabras, no lograba ver más allá de lo que para mí eran meras líneas y círculos...