Adrián
Es su cumpleaños... y yo no sabía absolutamente nada. Pude haberle traído algo, algún detalle. Cuando la felicité, estuve a punto de darle un abrazo, pero esa chica pelirroja se acercó y al final no lo hice. Miro a Lucía desde el otro lado del salón; está conversando animadamente con un editor. Mientras tanto, yo estoy con Claudia, una mujer a la que conozco desde hace unos cinco años, cuando la editorial publicó una de mis obras más conocidas, El espejismo.
— Adrián, estamos organizando una pequeña celebración para Lucía por su cumpleaños —me dice Claudia, con tono entusiasta.
— Ah ¿sí? —respondo, sin mostrar demasiado interés.
— Sí —insiste Claudia, mirándome con esos ojos que siempre parecen saber más de lo que dicen—. Es una invitación especial. Ana me pidió que te invite.
— ¿Ana? —pregunto, alzando una ceja.
— Sí, Ana. Y parece que está bastante interesada en que vayas —dice Claudia, observándome atentamente.
Intento mantener mi habitual frialdad, pero la sorpresa de ser incluido en una invitación tan personal para Lucía me hace titubear un poco.
— ¿Por qué querría Ana que yo fuera? —pregunto, más por curiosidad que por desinterés.
— Bueno, supongo que porque eres el autor del libro para el que Lucía ha hecho la portada. Creo que Ana sabe lo importante que es este proyecto para ella y quiere que estés presente para celebrarlo —responde Claudia, encogiéndose de hombros.
— Entiendo —digo, manteniendo mi tono neutral. Por dentro, sin embargo, no puedo evitar sentir una ligera curiosidad. Tal vez esta invitación tiene más implicaciones de las que quiero admitir.
— ¿Vas a ir? —pregunta Claudia.
— No quiero ser una molestia —murmuro.
— Por Dios, ¿desde cuándo te importa eso? —me pregunta Claudia, y yo ruedo los ojos.
— Desde ahora —le digo—. ¿La señorita Sanz sabe de esto?
— No directamente —murmura Claudia—, pero Ana me aseguró que Lucía estaría encantada de que vinieras.
Miro a Lucía de nuevo. Hace unos momentos, hablamos y ella pensaba que me sentía obligado a estar aquí. No es así, pero tampoco quiero molestar. Es cierto, nunca me ha interesado si soy una molestia o no, en lo más mínimo. Pero ahora... ella me hace actuar de esta manera y es porque lo menos que quiero es llegar a molestarla.
— ¿Yo qué? —nos pregunta Lucía desde atrás. Me giro para verla y me tomo un momento para observarla, algo que antes no había hecho con detenimiento.
Lleva el cabello recogido, lo que resalta su rostro. Viste una blusa negra y un cárdigan beige. Ahora me doy cuenta de que le gusta mucho usar atuendos de lana. Lleva unos pantalones azul oscuro y unos mocasines negros, que también he notado que le gustan. Y cómo no, si se le ven estupendamente bien.
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El arte que me llevó a ti
RomanceRecuerdo mi época en el instituto, donde dibujaba flores de manera casual, sin ir más allá. Fue entonces cuando mi abuelo, me aseguró que tenía talento. A pesar de sus palabras, no lograba ver más allá de lo que para mí eran meras líneas y círculos...