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LucíaHoy siento una extraña presión en el pecho, como si el peso de lo que está por suceder me estuviera comprimiendo el corazón. A pesar de que voy a hacer algo bueno al pasarle mis acciones a papá, el ambiente dentro de mí está cargado de nerviosismo y anticipación.
En la camioneta, papá, el abogado y yo vamos camino a Vertec Industrial. Papá me agradece una vez más por lo que estoy haciendo por él, pero sé que también es un paso importante para mí. Quiero empezar a construir mi propio camino y tomar decisiones por mí misma. La herencia que me dejó mi abuelo siempre será una parte de mi historia, pero ahora es tiempo de tomar las riendas de mi vida. Por eso he dedicado tanto esfuerzo a la hacienda.
Al llegar, nos reciben en una sala donde están el señor Samuel, Ernesto y José. Intercambiamos saludos y procedemos con los documentos. El abogado está meticuloso y atento en cada detalle, lo cual me reconforta.
— Bienvenido a Vertec Industrial, señor Eduardo —saluda José una vez que todo está listo—. Es un honor tener la oportunidad de trabajar con un profesional como usted.
— El honor es mío, gracias por esta oportunidad —responde papá, acercándose a mí para abrazarme—. Y muchísimas gracias a ti, pequeña. Esta es la segunda vez que me salvas la vida, la primera fue cuando naciste. Te amo.
— También te amo, papá —susurro, con los ojos vidriosos de emoción.
Nos despedimos de todos y nos preparamos para irnos. Papá y el señor Antonio se dirigen a Induma para hablar con mamá, mientras que yo me encamino hacia una reunión de trabajo que tengo pendiente. Decidí no acompañarlos, consciente del significado que tendría mi presencia en ese lugar.
Cuando llega la noche, me dirijo al apartamento de Adrián según lo acordado. Durante el trayecto, llamo a papá para saber cómo salió todo. Me confirma que todo transcurrió bien y que mamá finalmente aceptó y firmó el divorcio.
Estaciono mi camioneta en el parqueadero del edificio de Adrián y subo a la recepción. El portero me recibe con una mirada curiosa, casi feliz.
— Para el...
— Apartamento del joven Adrián —completa antes que yo, con una sonrisa—. De inmediato le aviso, señorita.
— Gracias —murmuro, y mientras él llama a Adrián, aprovecho para chequear mi reflejo en el espejo, asegurándome de que todo esté en orden.
— El joven dice que puede pasar —anuncia el portero.
Me encamino hacia el ascensor, repitiendo mentalmente que todo esté bien. Hoy elegí un saco de lana beige con rayas blancas, una falda negra y medias veladas también negras, mocasines de cuero y un bolso a juego. Dejé mi cabello suelto y me maquillé ligeramente, como si fuera nuestra primera cita.
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El arte que me llevó a ti
RomanceRecuerdo mi época en el instituto, donde dibujaba flores de manera casual, sin ir más allá. Fue entonces cuando mi abuelo, me aseguró que tenía talento. A pesar de sus palabras, no lograba ver más allá de lo que para mí eran meras líneas y círculos...