Lucía
Desde que estoy en este lugar maravilloso, me la he pasado muy bien, tanto que hasta podría quedarme por mucho más tiempo. Han pasado tres días y estoy absolutamente enamorada de este lugar, casi tanto como lo estoy de Adrián —aunque Adrián gana. Estoy pensando en seguir el consejo de la tía de Ana y cultivar algunas cosas nuevas en la hacienda. El clima de aquí es más frío que en la ciudad, pero creo que me estoy acostumbrando.
La señora Margarita, la tía de Ana, es la persona más dulce que he conocido. Su casa está rodeada de flores y plantas, con un loro llamado Pepe y un pastor alemán llamado Zeus, que se lleva de maravilla con Sky.
Faltan dos días para irnos, así que estamos aprovechando al máximo nuestro tiempo. Ana y yo estamos en la cocina con la señora Rosa, preparando un dulce, mientras doña Margarita organiza una llamada para invitar a su familia a la fiesta de hoy, que es su cumpleaños.
— Chicas, vayan a cambiarse, nosotras terminamos aquí —nos indica la mamá de Ana.
Mi mejor amiga y yo nos dirigimos a la habitación donde estamos instaladas y buscamos la ropa que usaremos. Había traído un vestido para la ocasión, pero con el frío, opto por unos vaqueros negros y un suéter de lana beige, junto con unos botines negros. Ana termina eligiendo algo similar, excepto que ella no usa un suéter de lana, sino de una tela roja.
— Desde ya te digo que los tipos que vendrán son unos intensos y probablemente te coqueteen —me advierte Ana.
— ¿A mí? —le pregunto con el ceño fruncido.
— Sí, a ti, Lucía Sanz —me responde Ana, mientras se aplica un labial rojo que va perfecto con su piel morena—. Eres hermosa, ya lo sabes.
— Tú también eres hermosa —le digo, y ella se encoge de hombros.
— Pero como tú no habías venido... eres... ¿cómo decirlo? —murmura con los ojos entrecerrados—. ¡Ah, sí! Carne fresca.
— Qué horror —murmuro.
En cuanto termino de maquillarme, salgo de la habitación y me siento al sol junto a Sky, para esperar a Ana. Pero termino levantándome para observar la colorida decoración que han preparado para la fiesta, contrastando con el clima frío. Saco mi teléfono y le tomo una fotografía, puede que suba un post en Instagram, tipo un dump.
Entonces, alguien me toma del hombro y yo me sobresalto. Me giro rápidamente y me encuentro con un muchacho sonriendo.
— ¿Tú quién eres? —me pregunta.
— Lucía, soy amiga de Ana Villamarín —murmuro, mirando su mano aún en mi hombro—. ¿Puedes quitar tu mano de mi hombro?
— Sí, disculpa, no me fijé —dice con una sonrisa, alejándose un poco, pero yo pongo más distancia. No me gusta que me toquen sin permiso, excepto si es ya sabemos quién.
— Es evidente —le contesto con una sonrisa.
— ¿Entonces eres como una citadina? —me pregunta él.
— Para nada —le digo cruzándome de brazos—. Sé del campo.
— No parece —me responde—. Pero qué bueno, supongo que se añade a la lista de las cosas que me gustan de ti.
Qué coqueteo tan malo. Me río de él y él también sonríe, inocentemente.
— Tienes unos ojos bonitos, Lucía —me dice con una sonrisa.
— Lo sé, gracias —murmuro, y Sky ladra y yo lo acaricio.
— Me llamo Erick, por cierto —dice, ofreciéndome una de sus manos.
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El arte que me llevó a ti
RomanceRecuerdo mi época en el instituto, donde dibujaba flores de manera casual, sin ir más allá. Fue entonces cuando mi abuelo, me aseguró que tenía talento. A pesar de sus palabras, no lograba ver más allá de lo que para mí eran meras líneas y círculos...