Capítulo 11

1.8K 196 7
                                    

Adrián

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Adrián

— ¿Entonces te fuiste de allí porque te sentiste incómodo por hacer una pregunta inapropiada? —pregunta papá, arqueando una ceja inquisitivamente.

Había acudido a él después de salir apresuradamente de la celebración del cumpleaños de Lucía porque sentía que podía confiarle mis inquietudes. Otra opción hubiera sido hablar con Isaac, pero él no estaba en la ciudad.

— Yo no lo vi como si fuera una pregunta inapropiada —me defiendo—. Espera, ¿por qué dices que fue una pregunta inapropiada?

— No me corresponde a mí decir eso —responde, y luego se ríe abiertamente.

— ¿De qué te ríes? —le pregunto, frustrado por su reacción. No responde, sigue riéndose—. No te burles de mí, papá.

— Soy tu padre, Adrián. Puedo burlarme de ti siempre que quiera —dice, y yo ruedo los ojos con exasperación.

Miro la chimenea frente a nosotros y pienso en lo estúpido que fue intentar iniciar una conversación sobre su familia. ¿Quién hace eso? Nadie, solo yo, que parece que tengo un talento especial para hacer el ridículo frente a ella. Lo peor es que todo estaba bien, o al menos eso creía.

— ¿Te gusta Lucía? —me pregunta de repente papá, sacándome de mis pensamientos.

— ¿Qué? —respondo, sorprendido.

— Lo que oíste.

— Papá, ni siquiera deberías hacer esa pregunta. La conozco desde hace unas semanas —digo, irritado.

— ¿Y qué? —insiste.

— Me voy —digo, levantándome del sofá.

— No seas ridículo —me dice, y yo lo miro ofendido—. Vamos a la celebración.

— Papá, te dije que me fui, hui, ¿sí? No puedo volver —le digo, casi desesperado.

— ¿Quién dice que no? —pregunta, entornando los ojos—. Aclaras las cosas con Lucía, como amigos... que son, y yo de paso veo a mi amigo Eduardo.

Lo miro un momento, luego fijo la vista en el fuego de la chimenea. Está loco, ¿cómo voy a volver después de irme así? Sencillamente no puedo, pero sorpresivamente quiero ir, porque quiero verla otra vez.

— Está bien —murmuro, cediendo ante la insistencia de mi padre.

Pasados unos minutos, estoy frente al apartamento de Ana, quitándome el casco. Papá debe estar a unas cuadras, lo dejé atrás porque prefirió venir en carro con chofer. Estoy a punto de tocar el timbre cuando la puerta se abre y me quedo congelado. Es Lucía, y está llorando. Al verme, se lanza a mis brazos, y apenas reacciono. Sentirla tan cerca me causa un escalofrío. Le respondo el abrazo y la estrecho un poco.

El arte que me llevó a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora