Capítulo 34

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Adrián

Lucía me trajo a la ciudad porque mañana tengo unas reuniones, así que nos despedimos y con mi maleta al hombro, subo a la recepción. Cuando estoy allí, me detengo al ver a alguien en la sala de espera. Me acerco y el portero me dedica una mirada de disculpa.

— ¿Es que no tienes casa? —le pregunto a Victoria—. Ya estoy cansado de llegar aquí y ver tu cara.

— Solo vine a hablar contigo.

— Eso es lo que me has dicho las últimas tres veces que has venido aquí. No estoy interesado, vete —le digo y comienzo a caminar.

— No seas así, como te lo he dicho en las últimas tres veces... nos debemos una charla —dice siguiéndome.

— No nos debemos nada.

— Por favor —me mira haciendo un puchero.

— No —le digo cuando llegamos al ascensor y le doy a la tecla que indica hacia arriba.

— Esta charla y ya... si definitivamente lo que te diré no... Me voy —me dice de nuevo con un puchero.

— Ok, pero deja de hacer esas caras, te ves ridícula.

Cuando llegamos a mi apartamento, deja sus cosas en el mesón de la cocina. Por mi parte, me siento en un mueble y ella en el otro, que está frente a mí. Pasamos unos segundos en silencio, en donde ella parece estudiarme, como si estuviera analizando mi rostro y la ropa que llevo puesta.

— Estoy esperando la añorada charla, Victoria.

— ¿De dónde vienes? —me pregunta con el ceño fruncido.

— Pasa a la charla —le digo exasperado y baja la cabeza.

— Tenemos que hablar de nosotros, Adri.

— No me digas Adri —ruedo los ojos—. ¿Qué hay que hablar?

— De nosotros, de lo que tuvimos...

Suelto una carcajada. Quizás estoy siendo un poco grosero, pero me da pena ajena que quiera hablar de eso ahora. Y más si tiene novio, ¿Pablo es que se llamaba?

— Ya pasó hace mucho tiempo. Tú seguiste tu camino, y yo seguí el mío. Ya basta.

— Lamento todo el daño que te causé... En serio —me dice con la cabeza baja.

— Déjalo, éramos adolescentes e idiotas —le digo aburrido por el tema.

— ¿No crees que exista una nueva oportunidad?

¿En serio está preguntando eso? No, no la hay. Ni aunque quisiera, ya pasaron años, años en los que la soledad fue mi única compañía. Y sí, estuve con chicas, pero era por el rato... Después de Victoria, no quería nada con nadie. Fui claro desde un principio y ellas accedían. Nunca hubo una chica que se ilusionara conmigo, y si fue así, no me enteré.

Mi intención no era hacer daño, nunca lo ha sido, ni nunca lo será. Preferí no involucrarme sentimentalmente con nadie. Hasta que, claro, llegó Lucía.

— De ninguna manera —le digo y voy hasta la cocina por un cigarrillo—. Fuiste una etapa en la que aprendí... y cada etapa tiene su ciclo, y el tuyo ya culminó.

Salgo al balcón a fumármelo y la dejo ahí. Después de unos segundos, la siento al lado mío.

— ¿Es por Lucía? ¿Por la chica con la que estás saliendo? —me pregunta y yo frunzo el ceño mientras dejo escapar el humo—. ¡Adrián, ella se aburrirá de ti! Tu mal humor y tus pesadillas... ¿Ella sabe lo de tu mamá?

El arte que me llevó a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora