Capítulo 25

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Adrián

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Adrián

Desde que visitamos la hacienda de Lucía, hemos estado frecuentándonos mucho. La he acompañado a eventos y entrevistas, y curiosamente, me siento de muy buen humor cuando estoy en lugares llenos de gente con ella. Antes odiaba que me acompañaran a entrevistas, pero ahora sé que eso era antes de conocerla.

Nuestra cercanía no ha pasado desapercibida para los medios y las personas. Ya están empezando a hacer conjeturas sobre quién es Lucía. Incluso investigaron su vida, y recientemente publicaron un artículo titulado "La misteriosa chica del escritor Adrián Davis".

Hoy Isaac vino a buscarme para salir juntos, y acepté porque estoy un poco desanimado. Es el evento privado de Diamante Eléctrico y no pude conseguir boletas, ni siquiera usando el hecho de que soy Adrián Davis y tengo cierta fama.

Isaac sale del baño y comienza a vestirse frente a mí.

— Disfruta la vista.

— Imbécil —murmuro, y él se ríe antes de lanzarme la toalla.

Me dirijo a la sala y me sirvo una cerveza. Opté por algo casual: pantalones negros, botines de cuero, camiseta blanca y una chaqueta café de tela suave, perfecta para el frío de la ciudad. Isaac sale del baño y se mira en el espejo de la sala.

— Hermano, quiero que tomes las cosas con calma —le digo, y él me mira a través del espejo.

— ¿Estamos hablando de mí o...?

— Claro que de ti —respondo obviamente—. Esta tarde te escuché hablar con Ana. No quiero que salgas lastimado, ella tiene novio.

— Lo tengo claro, no necesitas recordármelo —responde seriamente—. Y en cuanto a ti, ¿cómo va la conquista?

— Bien, supongo... Estamos conociéndonos —aclaro—. Si por mí fuera, ya habríamos... pero quiero ir al ritmo de Lucía.

— Qué considerado —dice Isaac—. ¿Cuándo la verás de nuevo?

— No lo sé, porque pronto es mi cumpleaños —murmuro. Me levanto y me miro en el espejo—. No puedo creer lo bien que me veo... ¡Ja! Claro que puedo.

— Supongo que tú no necesitarás que Lucía te haga halagos —comenta Isaac—, teniendo esa personalidad de "soy el más guapo, existo por mí y para mí y solo yo vivo en este mundo".

— No soy así —replico.

— Claro, claro —responde él con ironía.

A los pocos minutos, salimos en su carro sin que yo sepa hacia dónde vamos, porque Isaac se ha negado a decírmelo. Me concentro en la ciudad y en la música que suena, hasta que las calles comienzan a parecerme muy familiares.

— ¿A dónde vamos, Isaac? —le pregunto, y él me ignora por completo.

Decido no darle importancia; es obvio que vamos a la casa de Ana y estaré de tercero incómodo, ya que Lucía me dijo que no estaba en la ciudad hoy. Cuando llegamos, Isaac estaciona el carro y baja la música. Mis ojos están fijos en la puerta de la casa de Ana cuando se abre, dejando pasar a Ana y a Lucía. Sí, a Lucía. Mi ánimo mejora al instante.

El arte que me llevó a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora