Capítulo 27.

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Hay cosas en la vida que son inexplicables, como por ejemplo que yo este entrando a la empresa con unos temblores en las piernas, me siento gelatina, estoy muy ansiosa y siento que eso no es bueno para mi salud.

Cada vez que llego a la empresa lombardo me sorprendo porque es totalmente hermosa, es de cristal la gran mayoría de las cosas, tiene una hermosa decoración, la cual es cambiada cada x tiempo. La decoración ahora es de un color dorado, celeste y blanco, la empresa tiene muchos pisos y cada piso tiene diferente cosas, pero con los mismos colores.

Tomo el ascensor y presiono el último botón, tengo que esperar un buen rato, porque aparte de que es el último piso, el ascensor se detiene a cada nada.

Cuando estoy caminando directamente a mi puesto por costumbre miro hacia la puerta de la oficina de mi jefe, además de que tengo unos nervios críticos en estos momentos. Cuando miro veo a la misma chica del otro día y veo que tiene el pomo en su mano.

Corro a detenerla, pero ella al parecer me ve porque quita la mano y cuando estoy lista para hablar, me detiene con su mano.

—¡Ya! Ya vi que no está. —Dice y si las miradas matarán, yo estuviera enterrada. Ella me pasa por el lado y yo me pongo la mano en la cara, suspirando profundo.

Gente tanto que jode.

Después de un pequeño rato mi jefe entra y veo que ya tiene su café, él me mira y rápido me quiero desmayar. Me hace seña para que lo siga, lo hago mientras le explico que otra vez estaba la chica del otro día, pero a él no parece importarle.

No entiendo nada, esa chica ni siquiera dice quién es o deja un mensaje, solo viene con una cara que te dice *aléjate, trago gente.* Una completa locura.

—Es mi hermana —dice de pronto. Y en eso quiero morirme, con razón se sentía tan segura cuando dijo que recojas mis cosas y me fuera. Nicolás al ver mi cara continua. —No te preocupes, no volverá a esta empresa.

¿Cómo que no volverá? ¿No se supone que es una Lombardo?

Cuando entro a la oficina, Nicolás me mira y me sonríe de una forma maliciosa, yo trago grueso. Sigue tomando de su café y yo miro a todas partes buscando no sé qué.

Me aclaro la garganta cuando decido que ya es momento de hablar, ya que su mirada me pone de una forma que ni yo se explicar.

—Señor... al que requiera —dije y eso lo hizo sonreír más.

—Muchas cosas —dijo y me miro de arriba abajo —Llama al jefe de seguridad, dile que lo requiero en mi oficina.

—Si señor... —dije y me gire para irme, en realidad había más cosas, pero yo quería salir de ahí. Pero obvio que él me detuvo.

—No te he dicho que te vayas Anna, y puedes tutearme, no hay nadie aquí —dijo dando pasos en mi dirección. —se te fue el valor de pronto.

Eso me hizo mirarlo y cada vez estaba más cerca. Tiene interés en mi, es obvio, y estúpida seria que yo con estas ganas tremenda no lo aproveche, bien lo haré, a veces hay que arriesgarse. Doy un paso para terminar la distancia.

—No, no se fue, solo soy profesional.

—No quiero que lo seas, no ahora —Dice cerca de mi, lo suficiente como para que pueda sentir su calor —¿Así qué no recuerdas?

—Claro que recuerdo, recuerdo como te baile y que me debes un beso —expreso mirando sus labios y en ellos se forma una sonrisa pícara.

—Eso del beso ya lo pague --agarra mi cintura con una de sus manos --aunque no me importaría pagarlo otra vez.

Mi Deseo. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora