Racconto.

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Me encontraba destrozada sin saber qué hacer si quiera, lo gritos de mi bebé de cuatro meses me rompían la cabeza que intentaba procesar lo que pasaba en mi vida. Trataba de entender como de un momento a otro, noches y meses que para mí eran de felicidad se habían convertido en pesadillas, gracias a un hombre cobarde que me había abandonado con mi niña.

Muchas cosas pasaban desde esa noche en donde de su parte no hubo remordimiento. Lo primero es que tengo que dedicarme de lleno a mi niña, necesitaba un empleo. Y siendo sincera yo soy de esas que creen que no debería estar rompiendo mi cabeza cuando la familia de mi hija, de parte de su padre, estaba muy bien.

Mi terquedad, mi desesperación y el creerme perdida me llevaban a perder mi dignidad una y otra vez, a no valorarme; en mi mente todos los movimientos que yo hacía estaban bien, porque los hacia por mi bebé, pero es que ni eso debería llevarme a caer tan bajo como había caído.

Era la millonésima vez que estaba al frente de esa gran puerta, solo que esta vez sí fui recibida, me sorprendió, tengo que admitir que creí que soy seria otro día perdido. La ama de llaves, la cual era la que siempre me recibía, me llevaba hacia a la parte trasera de la casa, en donde había un perfecto jardín, allí se encontraba Amanda, seria con ella con quien yo hablaría, aunque esperaba ver a Oscar o a Owen.

A Owen necesitaba decirle que me quitaran la casa por no pagar, que lo necesito, que la bebé lo necesita, pero por ahora tenía que conformarme ya que era muy raro que esta vez sí me atendieran.

Cuando llegamos al gran jardín vi a esa aristocrática mujer sentada tomando te, Amanda siempre se veía elegante y reluciente, era de esas mujeres que con una mirada intimidaban a cualquiera, era superior y eso yo lo tenía claro.

La ama de llaves me anuncio y se retiró, yo no sabía ni cómo empezar la conversación, mis manos me sudan, mi corazón amenaza con salirse, mi respiración esta poco controlada y mi cabeza automáticamente baja cuando la mirada de Amanda llega a mí.

Iba abrir mi boca para hablar, pero la voz fuerte de Amanda me callo de pronto.

—¡No tienes vergüenza, niña! —grito tan fuerte que creo que todos escucharon. —le dije que te dejaran pasar para ponerte las cosas claras de una vez, ya que resulta que era una mensa.

Yo levante un poco mi vista y vi que aún estaba sentada e inclinada hacia adelante, se le veía la furia en los ojos, eso me intimidaba.

—Señora, pero... —intente hablar, pero ella me interrumpió.

¡No te atrevas hablar niña insolente, que descarada eres! —dijo poniéndose de pie y acercándose, yo retrocedí haciéndome pequeña. —¿crees que te deje pasar para que hablaras? ¡Lo hice para nos dejaras en paz! ¿En serio piensas que nos creeremos ese cuento de que esa estúpida niña es de Owen?

Eso me hizo levantar la mirada y mirarla con dolor.

Es de él. —dije.

Amanda me sujete del brazo con fuerza.

Cállate, métete en la cabeza, que no es de él, ten dignidad y vete de aquí sin regresar.

Pero señora, no puedo, me quitaran la casa.

¡Ese no es nuestro problema!

¡Pero de Owen sí! y de... —alce mis voz, pero fue detenida por un fuerte golpe en mi mejilla.

¡A mí no me levantes la voz!

Sentí mi mejilla arder, lleve mi mano a ella y la sentí roja, lágrimas salieron de mis ojos, pero Amanda no se quedó tranquila, agarro mi brazo con más fuerza y me empezó a empuja, supongo que para sacarme de su casa. La verdad es que ni se para que me dejó entrar, Pero en eso una voz la detiene.

Mi Deseo. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora