Nicolás Lombardo.
Dos años después.
El sonido del plástico rompiéndose hace que detenga mis pasos y mire hacia abajo.
Una pequeña muñeca rubia con vestido azul es lo primero que me recibe.
¡Demonios! Espero que esa no sea la tal candy de la que Maya no deja de hablar. Termino de cerrar la puerta de la casa en silencio, pongo las llaves en el lugar que corresponde, escaneo el salón y como siempre hay muchos juguetes regados por todas partes. Me agacho rápido a recoger la muñeca que acabó de romper.
¿Se daria cuenta si la escondo? ¿Puedo reemplazarla sin que lo note?
Como si el destino quisiera responder mis preguntas, escucho unos pasos en mi dirección, intento esconder la escena del crimen en mi espalda, pero soy lento porque al levantar la vista Colitas ya esta estática frente a mi mirandome con sorpresa.
Su cabello suelto cae por sus hombros como un manto, teniéndolo cada vez más largo —Anna y ella hacen una guerra cada que mi esposa quiere cortarle las puntas —tiene una pijama rosa con una gran paleta de arcoíris en el centro, uno pensaria que a sus ocho años dejaria un poco su obsesión con los dulces, pero sigue igual o peor.
Ya es completamente malo cuando al llegar no me salta encima como siempre. No dice nada por un rato, pero sé que me ha agarrado con la mano en la masa.
—¡Papá! —Dice por fin mientras se acerca a mi con sus pies descalzos —¡Mataste a Candy, ogro!
Me quita a la muñeca de las manos y se queda mirandola como si su vida acaba de perderse también.
Ay no puede ser, sí era la jodida candy.
—No, no yo no he hecho nada, ella es la que estaba ahí tirada cuando llegue. —Le digo mirando como sus ojos se cristalizan.
—No mientas, se responsable —Sí justo en esto tenía que usar las frases que Anna le ha dicho y lo peor contra mi.
—A ver, colitas, esta bien... lo siento ¿si? —Le digo y como creí eso solo lo empeora, las lágrimas al fin salen y ruedan por sus mejilla —No, a ver mi amor no llores, te comprare otra.
La abrazo y ahí solloza con más ahínco. Yo no quiero hablar mal de mi hija, pero como si supiera lo que hace y que teclas tocar, no quiero llamarla así, pero a sus ocho años también sabe manipular.
Sabe lo débil que soy a su llanto.
—Es que no quiero otra, ogro, la quiero a ella —Me dice sentándose en una de mis rodillas mientras seca su cara con su mano.
Otra cosa que ha desarrollado desde hace dos años es que no le gusta reemplazar nada, una vez tiene algo y se le daña por alguna razón, lo arregla o lo tira, pero otra igual nunca quiere.
—Bien —asiento poniéndome de pie con ella en brazos —¿Qué te parece si la pegamos con pegamento? La dejaremos tal como estaba.
Se queda callada un momento como considerando mis palabras. Ha crecido, pero aún cuando llego de la empresa y viene a abrazarme me permito cargarla mientras puedo porque un día ya no podre hacerlo. Con los años su inteligencia ha llegado a un extremo increíble y a veces salta con cosas que Anna y yo no sabemos como rebatir.
—Pero tendra marcas —Dice por fin mirando la muñeca rota en sus manos, voy hablar, pero ella continúa —Pero eso no la hará fea, ¿cierto papá? su belleza esta adentro.
Es solo una muñeca de plástico. Quiero decirle eso, pero es mejor que piense así, siempre le ha dado valor a las cosas.
Asiento poniéndola en el piso otra vez.
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Mi Deseo. ©
Novela JuvenilCOMPLETA. ✔️ Que sucede cuando el que creías el amor de tu vida, te abandona con una niña en brazos y aún más peor que deje todas sus explicaciones en una siemple carta. Eso es algo de lo que Anna Roberts te puede hablar muy bien. Después de queda...