Capítulo 16

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¿Cuáles son las consecuencias de trabajar en la empresa Lombardo? Ajá... Nadie piensa en eso porque el sueldo es estupendo.

Pero creo que a Salomé de le olvidó mencionarme algunas cositas, no es porque sabiendo todo iba a renunciar, no, sino porque me hubiera gustado estar preparada para soportar a mi jefe para nada barrigón, canoso y sobretodo amable, que me esperaba.

Porque mi jefe, Nicolás Lombardo, era un ogro, enojón y peleonero, además de que le gustaba complicarme la existencia porque varias veces lo que cache riéndose. O sea que muchas cosas las hacía para joderme, eso lo hacía para indicarme que me tomé todo con calma, pero cuando no, era porque había trabajo y de ninguna manera se debía sacar la cabeza a la superficie para respirar.

Pero a lo que vengo es que nadie me advirtió de que cuando salía de viaje y estaba a punto de regresar, una llamada llegaría a mi teléfono a las 5:00 a.m. para decirme que me esperaba en la empresa. No eso no le dice el contrato.

Tampoco habla de que tenía que ser una corredora profesional, porque sí, aquí tengo que volverme Bolt. Todo tengo que hacerlo en bola de humo.

Tampoco habla de los sustos tremendos que le causa a todos en la empresa.

Tampoco habla de los ataques de nervios que me causa Nicolás, porque madre mía, a pesar de todo, después de 5 años, es el único hombre que me pone nerviosa.

Porque algo que tiene mi jefe es que es condenarme guapo, es sexy, destila elegancia pura y es imposible no mirar cuando él pasa, pone boba a las mujeres en esta empresa y cada vez que lo veo entiendo porque muchas mujeres fueron vestidas de manera provocadora a la entrevista.

Pero él era diferente, no era como estos hombres que se fijan en sus empleadas, trabajo es trabajo, es lo que he visto, nunca he tratado con él más allá de eso.

No es porque quiera que pase tampoco, porque sí un guapo irresistible, pero es un gruñón y egocéntrico en algunos momentos.

Es un hombre muy entregado a todo su trabajo por esa razón también entendía que está empresa es la mejor.

Y por esa razón es que estaba en la puerta de mi madre con una Maya en brazos dormida.

—El trabajo llama —es lo único que sigo cuando se le entrego y le dejo todas sus cositas.

—Eso es abuso laboral, se supone que entras a las ocho —dice mi madre.

—Sí, no creo, me paga horas extras así que... —le dije para después darle besitos a mi bebé, amaba hacerlo mientras dormía.

Después me fui rápido en autobús y llegué a la empresa Lombardo, la verdad es que poco a poco me estaba familiarizando con todo, tenía unas compañeras peores que una vecina chismosa, pero uno de ellos era súper amable y era lo más dulce que existía después de Mayita. Su nombre era Bruno y era el único que había sido gentil. También había conocido al señor Diego Jones, el cual es el encargado del departamento financiero de la empresa, además de que es el amigo de Nicolás. Ese si es un amante a las mujeres, demasiado.

Llegó a mi puesto y dejo todas mis cosas para encaminarme a la oficina del señor ogro, todo está despejado porque aún no es la hora de entrada de los demás. Doy unos toques y entro con el adelante.

—Buenos días, señor —dije poniéndome frente a él.

—Al fin, llama al director del departamento de producción e infórmale que lo estoy esperan...—se detuvo cuando levanto la mirada y se quedó ahí mirando mi cara por un rato, yo aparte la vista porque como dije me pone nerviosa verlo. — ¿Qué tiene en la cara?

Mi Deseo. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora