Tan pronto como llegamos a mi calle, sentí que tenía que ponerle al tanto de algo.
-Estaba sentada en el puente un día.- Empecé. Mirando por el rabillo del ojo a ver si me estaba prestando atención.- Un perro se acercó a mí y luego una chica se sentó a mi lado. Pronto nos pusimos a hablar.- Sonreí, recordando cómo fue.l
-Déjame adivinar. Ustedes dos están juntas ahora ¿verdad?- Ella preguntó, evidentemente celosa.
-No.- Negué.- Ella me contó que fue a la perrera y encontró a un perro pero este no respondió a sus toques, a su amor... Nada.- Esto le llamó la atención.- Él me resultaba familiar, muy familiar, así que le pregunté si podía probar algo.
-¿Y?- Preguntó, con un temblor en su voz.
-Llamé su nombre.- Le fije.- Y él vino corriendo hacia mí, lamiendo mi cara mientras saltaba. Era Tiguer.- Sonrió.
-Gracias a Dios- Exhaló.- Pensé que estaba en las calles o muerto.- Sostenía una mano sobre su corazón.- Así que esa chica lo tiene.- Dijo, bajando la cabeza.
-Ella me dio la dirección de la perrera después de decirme dónde lo consiguió, ella dijo que estaba con otro perro, un perro blanco.- Evité su pregunta.
-¿Príncipe?- Se quedó sin aliento.
-Me fui allí, preguntando por un maltés blanco. Un chico me dijo que si estaba, pero cuando fuimos a ver... Él no estaba en la jaula. Me dijo que el perro estaba temeroso y mordió a todas las personas que trataron de tocarlo y se consideró no apto para el realojamiento, de modo que fue enviado a la eutanasia.
-Daniela...- Susurró suavemente, preguntándose cómo consolarme.
Ahora estábamos fuera de mi puerta. Ella todavía estaba triste por los perros y yo no podía dejar de imaginar lo que sucedería cuando lo abriera.
Puse la llave dentro de la cerradura, giré y abrí la puerta. De inmediato, oí el grito de Maria José y luego cayó de rodillas al suelo. Tiguer empezó a hacer pis sobre ella como solía hacerlo siempre y, Principe movía la cola con ganas de ser recogido por su segunda mamá.
-¿Cómo...?
-Te lo diré dentro. ¿Puedes por favor quitarte el abrigo antes de entrar, estás empapada.- Y entré esperándola.- Vamos.
-Sólo ponlo allí en el cesto de la ropa.- Señalé, me obedeció y tomó a Tiguer otra vez cuando él se había calmado un poco.- Voy a ir a traerte un pantalón, quédate aquí, no quiero pis en la alfombra.
Cogí algunos pantalones de correr, un abrigo de gran tamaño y me dirigí de nuevo abajo. Sonreí ligeramente a la vista. Ella estaba sentada en el suelo y los dos perros acurrucado con ella. Levantó la vista cuando me acerqué, y le di una sonrisa.
-Se ven tan diferentes, tan grandes.
-Siete meses es mucho tiempo.- Le contesté.- Pon tus jeans en la lavadora también por favor.- Le dije mientras le daba la ropa y me daba la vuelta para darle privacidad. Oí un suspiro, cremalleras, botones.... y, finalmente, se aclaró la garganta.
-El cuarto de repuesto está listo así que te puedes sentir como en casa.- Dije, mientras subíamos por las escaleras. Al llegar, se quedó de pie afuera de una habitación que nunca había visto antes.
-Gracias, Daniela.- Sonrió un poco, pero la tristeza aún se podía ver en su rostro.- Pero yo pensé que iba a estar durmiendo conti...
-Tiguer puede dormir contigo si quieres.- La interrumpí. El perro se acercó una vez fue llamado y entró en la habitación de Maria José mientras Príncipe llegó a la mía y cerré la puerta tras de sí.