Ambas lloramos y de un momento a otro mi padre ya no estaba junto a nosotras en el abrazo. Sentí a Maria José apretar sus brazos alrededor de mí y me sentí mareada. Fue eufórico, literalmente no puedo describirlo como algo más, sólo eufórico. Sus sollozos disminuyeron pero ella no me soltaba, antes, se aferraba a mí, como si su vida dependiera de ello. No pude controlar mi impulso y besé la corona de su cabeza.
En el segundo que mis labios dejaron su cabeza, ella levantó su rostro y me miró. Yo había crecido un poco más desde la última vez que nos habíamos visto así que era un poco más alta.
Seguí la visión de sus ojos mientras se paseaban por todo mi rostro hasta que llegaron a una parada, mis labios. Temblaba un poco y evitaba capturar ese par de cosas que había soñado en la cárcel. Mordía su labio inferior extremadamente duro, la mueca que hizo después lo hizo obvio. Llevé mi mano y barri mi pulgar por su labio inferior, liberándolo de su mordida.
-Lo siento.- Susurró.
-Te perdono y yo también lo siento.- Suspiré, y froté mi mano de arriba a abajo en su espalda para tranquilizarla.
Sus ojos se cerraron ante el sentimiento y mis impulsos regresaron. Dejé una mano en la curva de su espalda, y la otra recorrió arriba hasta llegar a la parte trasera de su cuello. Se estremeció en respuesta y un pequeño ceño fruncido hizo camino hacia su cara. Sonreí un poco y dejé que mi pulgar acariciaba su cuello sensible, corriendo arriba a abajo de su lugarcito especial.
Dejó escapar un grito ahogado y apretó los ojos con más fuerza, concentrándose en todo lo que mis manos estaban haciendo. Moví mi brazo aún alrededor de su cintura, atrayéndola más cerca de mí. Nuestros pechos ahora se estaban tocando a través de nuestra ropa. La mano que estaba en su cuello se había trasladado a su mejilla y mi pulgar acariciando sus pómulos en movimientos suaves. Dejó escapar su aliento en un gemido ahogado y de inmediato abrió los ojos pensando que yo la iba a alejar. En cambio, vio unos ojos amables, ojos de perdón. Sus propios ojos se centraron en mis labios de nuevo y se movió un poco más cerca de mí.
Pronto nos encontramos cara a cara, no me había alejado, pero ella me evitaba con todo lo que tenía, tal vez era el miedo de que yo iba a cambiar mi mente.
-¿Puedo..?- Preguntó, mientras miraba a mis labios y lamía los suyos en preparación.
Exhalé, mi aliento golpeó sus labios y pareció que no pudo controlarse más. Ella se adelantó y cerró la brecha entre nosotras.
Escalofríos atacaron mi frágil cuerpo a pesar de la sensación de calor que recibí de ella. Cuando cerré los ojos, una lágrima cayó. Ella movió una mano para agarrar un puñado de mi pelo, tirando de él ligeramente... todavía recordaba lo que me gustaba. Abrí la boca para exhalar y eso dio la oportunidad a que su lengua entrara. Su lengua acarició la mía y, el sentimiento de ellas rozándose una a la otra estaba haciendo girar mi cabeza, me sentí mareada y me era difícil mantenerme de pie.
Me dejé caer en sus brazos, pero ella me levantó, me abrazó, apretándome con toda su fuerza mientras me besaba. Gemí de placer, mientras mordisqueaba mi labio inferior, y trajo su mano hasta mi cuello para acercarme mucho más a pesar de que ya no era posible.
Me estremecí cuando un dolor atravesó mi estómago y dejé escapar un gemido. Pensé que era el beso que causaba esto en mí y lo era, pero el dolor estaba llegando a ser una molestia en vez de placentero.
Ella saboreó con ternura mi lengua y se relajó. Su poder sobre mí se aflojó y yo estaba allí con como didad, pero mientras caminaba hacia adelante para llevarla al sofá, me caí. Sus rápidos reflejos ayudaron a que se abrazara a mí y cayéramos juntas al suelo. Apreté los ojos fuertemente mientras un dolor estrangulaba mi estómago. Lloré y apreté mis dientes mientras ella estaba sosteniendo mi cabeza tratando de hablarme.