Yo estaba recostada en su pecho, su corazón latía debajo de mi oído y sabía que en este preciso momento, no podría estar más feliz.
Teníamos nuestros ojos cerrados y su brazo estaba alrededor de mí mientras yo jugaba con sus dedos, sólo quería tocarla en todo momento. Ella era mía otra vez y yo era suya.
La oí exhalar rápido y levanté la cabeza solo para verla sonriendo y automáticamente me hizo sonreír también. Me arrastré hasta que me acosté sobre su vientre, mientras yo la miraba medio dormida.
Su pecho subía y bajaba, su piel blanca y suave, sus pezones erectos, ese perfecto y pequeño hoyuelo complementa su sonrisa. Perfección. Simplemente completa y absoluta, perfección.
-Te estás pervirtiendo conmigo.- Dijo, con la voz completamente ronca por el sueño.
-¿Qué vas a hacer al respecto?- Le desafié y levanté mi cuerpo, apoyando el peso sobre mis brazos.
Ella se rió entre dientes por un segundo y tiró de mí para descansar sobre ella. Aspiré el aire, estaba lleno de su aroma natural, su cuerpo con olor vainilla y rastros de sus muchos orgasmos.- Te voy a besar con mi asqueroso aliento de la mañana.- Respondió, agarrando mi mandíbula y tirando de mí a sus labios.
¿Me preocupaba su aliento? Nop. Hundí mi lengua dentro de su caverna húmeda y caliente ... mía y solo mía...
Nuestras lenguas se masajeaban entre ellas. Gemí en su boca pero me aparté antes de que las cosas se pusieran demasiado calientes. Lo crean o no, hacer el amor durante nueve horas te agota al extremo... yo ni siquiera sé cómo estaba despierta, estoy segura que me desmayé en algún momento. Sin embargo, sonreí ante la idea.
Continué admirando a mi novia en su estado de aturdimiento y tenía un poco de envidia por lo bien que se veía después de despertarse. Como dije antes. Todo en ella era perfecto... no tenía el maquillaje manchado, no tenía granos, no roncaba y no tenía malos hábitos.
Bajé la mirada hacia el medallón que descansaba sobre su cuello, algo que nunca se había despegado de ella excepto durante su tiempo en la cárcel. Me gustó que ella lo hubiera guardado todo ese tiempo, aun sabiendo que yo podría haber seguido adelante con otra persona... Ella lo guardó.
Yo también mantuve mi collar a pesar de que lo odiaba, pero yo no podía sacarlo de mi cuello y no era porque sólo Maria José podía quitarlo.
Yo podía haber tomado unas pinzas y cortar la cadena, pero no lo hice. En mi cabeza era el único lazo que me había dejado ella... no lo había destruido por nada del mundo.
*Volviendo al presente*
Me arrastré un poco más cerca para poder abrir el medallón y leer su interior.
Sonreí al recordar cada momento y cada cita que fue grabada en el metal. Esos fueron algunos de los mejores recuerdos de mi vida y yo nunca me olvidaría de ellos, estaban grabados en mi cabeza y no los iba a olvidar nunca.
-Adivina que.- Maria José murmuró. Solté una risita ya que trataba de hablar aún con ganas de volver a dormir. Tan linda.
-¿Qué?- Le pregunté con una sonrisa mientras trazaba su sexy mandíbula con mis dedos.
-Yo no te he dicho que... recibí un correo electrónico anoche.
-¿Oh si?- Respondí, con mis labios ahora entre sus pechos. Nunca sería suficiente, su piel era tan suave e irresistible. Rocé mis dientes en algunas zonas sólo para que le fuera más difícil hablar. Sádica Calle.