Capítulo 42

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42 - Misericordia

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42 - Misericordia

Luke

No sabía con exactitud qué era lo que me había hipnotizado a volver, pero lo hice.

En el momento que puse un pie en el húmedo bosque de Monde Land, la escuché. Se me erizaron los cabellos de todo el cuerpo y hasta juraría que escuche mi corazón romperse. Tenía que encontrarla.

Mi único mapa era el sonido de su garganta partiéndose en dos. Cada vez la escuchaba más bajo y me exasperaba no saber si era porque me estaba alejando de ella, o si sus pulmones se estaban rindiendo.

Estaba a punto de gritar su nombre: apunté mi rostro hacia el cielo e infle mi pecho de aire. Sin embargo, mi voz nunca salió a la superficie.

A la izquierda de mi recorte de cielo había una nube gris, y cuando inhale aquel aire, pude distinguir el olor a madera quemada. Mi corazón cayó a mis pies.

En menos de medio segundo ya estaba parado frente a las llamas; frente a ella. Su pequeño cuerpo estaba arrodillada frente a las llamas como si les estuviera pidiendo misericordia. Pero no fue eso lo que me alarmó.

Sus brazos estaban completamente negros. Consumidos en su totalidad por aquel veneno oscuro que recorría nuestra sangre. Llegaba hasta justo hasta sus hombros, y sabía que si esperaba un poco más, nada saldría bien.

—¡Max! Oh por dios, ¡Max!

Ella no se movía. Ni siquiera sabía si me había escuchado o no.

—¡Max ven aquí! — volví a gritar, esta vez mas alto.

Di un paso en su dirección pero las llamas del árbol me rugieron. Parecía que hasta habían extendido sus garras para capturarme y devorarme; así que me quede en mi lugar y comencé a extinguirlas.

Estaba exprimiendo cada gota de mi poder intentando acabar con el incendio, sabía que no podría moverme luego de que la adrenalina me abandonara.

Cuando termine me palpitaba el rostro y sentía que iba a vomitar, pero no tenía tiempo para preocuparme por mí. Max seguía arrodillada en la tierra, y sus brazos seguían tintados.

Con piernas temblorosas logro dar un par de torpes pasos hasta quedar frente a ella. Lucía ajena a todo, como si su cuerpo estuviera aquí pero ella no.

—Max... —exhalo su nombre y tomo su rostro en mis palmas sudorosas.

Sus ojos estaban completamente negros, y sabía que habían producido lágrimas de aquel mismo color debido a los rastros que tenía en sus mejillas.

De repente, abre la boca para respirar. Aquella inhalación había producido un chirrido espantoso, como si le costara hacer su camino por la garganta de Max.

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