Capítulo 17

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17 - Mente de trapo

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17 - Mente de trapo

La música aún retumba a través del suelo cuando mis piernas tomaron vida de nuevo. La verdad que no sabía muy bien cuanto tiempo llevo tirada en el suelo con un cuerpo que parecía el de una muñeca de trapo.

Pero la debilidad de mis músculos ahora se había trasladado a mi cerebro. Todo al rededor mío giraba como si estuviera en una calesita a toda velocidad, y no sabía si era porque no me movía hace mucho tiempo u otra cosa, pero cada paso que daba era uno tambaleante.

Nunca había probado las drogas, sin embargo podría apostar que así era como se sentía. Mi boca estaba más seca que un desierto y sentía que la lengua de me pegaba al paladar. Los parpados me pesaban amenazando con cerrarse pero el pánico que corría en mi lo impedía.

No quería quedarme dormida por temor a que tenga alguna herida en el cráneo, ya que sentía un dolor punzante en aquel sector. No recordaba con exactitud que había sucedido, solamente sabía que había estado danzando con Dominic, Sierra y Carson; pero no tenía idea de cómo había llegado a este estado tan débil, y eso me preocupaba.

Así que sujetándome de todo lo que mis manos temblorosas y sudadas podían alcanzar, baje las escaleras, dispuesta a buscar ayuda.

La gente que aun seguía bailando y saltando como si no hubiera un mañana parecía haberse multiplicado. En un intento de querer a travesar el living para llegar a la cocina, mi cuerpo fue zarandeado de un lado a otro como un balón desinflado; entonces decidí que esa no era la mejor opción.

Retrocedí mis pasos y esta vez encare hacia la puerta de entrada, donde había muchas menos personas que en el otro camino.

Cuando por fin logro tomar el picaporte, que sentía que se me alejaba con cada paso que daba, salgo despavorida hacia afuera, dejando que la brisa fresca me llene.

No me había dado cuenta de lo contaminado que estaba el aire adentro, hasta que inhale con fuerza, sintiendo como si estaba respirando por primera vez. Aun así, el aura helada de la madrugada no era una buena combinación con mi piel ardiente, ya que provocaba que todos y cada uno de mis vellos corporales se ericen.

El suelo bajo mis pies seguía moviéndose como una plancha en el océano y provocaba que tenga que separar mis piernas para mantener el equilibrio. Era consiente que alguna miradas estaban en mí y posiblemente estén juzgándome, pero no tenía ni la paciencia ni la capacidad de poder discutir con ellos.

Comienzo a hacer unos cuantos pasos hacia el asfalto, alejándome de la música y sintiendo como un pitido ensordecedor tomaba su lugar en mis tímpanos.

Decido llamar a Oliver, sabiendo que era la única persona con la que podía contar para que me rescate. Pero para mi desgracia, no contestaba.

Maldije en voz alta, probablemente llamando la atención de algunos vecinos teniendo en cuenta que no podía controlar el volumen de mi voz, al igual que parecía no poder controlar nada de mi cuerpo.

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