Capítulo 10

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10 - Por la noche salen los demonios

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10 - Por la noche salen los demonios

Me despierto increíblemente incomoda, pues había algo que me estaba dando picazón en todo el cuerpo. Abro los ojos y poco a poco siento como el pánico se apodera de mí cuando en lugar de las estrellas de plástico en el techo de mi habitación, veo estrellas reales, ocultas por la copa de los árboles de pino.

Me siento en mi lugar rápidamente y observo mi alrededor alterada. Mis ojos solo ven árboles y más árboles. Estaba en un bosque.

Escucho el ruido de hojas crujir y mi instinto me grita que comience a correr, así que eso hago. Mis pies descalzos dan grandes zancadas a través de la tierra a toda velocidad y sin rumbo alguno.

No podía darme cuenta si había algo o alguien siguiéndome, ya que lo único que mis oídos lograban escuchar eran los latidos acelerados de mi corazón y mi respiración agitada.

Decir que sentía miedo era decir poco. Sentía que mi vida estaba en peligro. No sabía a donde estaba ni a donde estaba yendo.

De repente, mis pies deciden fallarme y hago un paso en falso, cayendo abruptamente contra la tierra. Mi garganta suelta un grito desgarrador, dejando que el miedo y el dolor de mi cuerpo se expresaran.

—Max.

Escucho que alguien susurra, pero desde mi posición en el suelo no veo a nadie.

—Max.

La voz ahora proviene de otro lugar, pero no logro distinguir nada sobre ella. Aquel murmullo de mi nombre no revelaba ningún rasgo identificatorio que me ayude a calmar (o empeorar) mi sistema.

De repente, las voces se multiplican y ahora me llaman de todos lados. Y pareciera que cada vez están más y más cerca.

Comencé a sentirme claustrofóbica. Aquel canto era similar al de una sirena que te llamaba para luego destruirte. No podía ver nada más que árboles, troncos y hojas y eso me dejaba increíblemente desasosegada.

No me di cuenta de que mis mejillas estaban completamente empapadas con mis lágrimas hasta que escuché mi propia voz implorar por auxilio.

Pero mis gritos y mi llanto fueron rápidamente ahogados por las voces, que ahora se sentían a un paso de distancia.

Sin querer enfrentar al dueño de aquel llamado, decido sumergir mi cabeza entre mis rodillas y asegurarla con mi brazos; todo mi cuerpo encogido en un lugar en un intento de protegerme.

Justo cuando siento el último 'Max' en mi oído, todo desaparece. El silencio reinaba ahora, pero yo no me atrevía a salir del escondite entre mis piernas.

De repente, el leve sonido de mi llanto comienza a ser reemplazado por un pitido ensordecedor. Un sonido en una frecuencia tan alta y que provocaba un dolor tan intolerable, que no me sorprendería si mis oídos comenzaran a sangrar.

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