Capítulo 13

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13 - Respuestas

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Realmente me sentía como un fantasma. Sentía que no estaba aquí parada; que si vinera alguien corriendo a toda velocidad hacia mí, me traspasaría.

Mi cabeza se sentía más pesada de lo normal, casi como si los músculos de mi cuello tenían que trabajar un poquito más duro para sostenerla. Quizás era debido al peso de mis pensamientos, que se sentían como ladrillos en mi cerebro.

—Lamento tu perdida, querida.

Ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces que había oído eso hoy. A las primeras personas les dedique una sonrisa de agradecimiento; luego, cuando se me acercaba gente que ni siquiera conocía, no me molestaba ni en hacer contacto visual.

A decir verdad, la razón por la que mis ojos no se movían, eran porque estaban fijados en el ataúd de madera oscura frente a mí. Mis ojos no se movían porque estaban concentrados en una caja vacía.

Nunca entendí cuál es el punto de tener un funeral cuando no hay un cuerpo. ¿Cuál es el punto de enterrar una caja vacía bajo tierra? ¿Se supone que eso me tiene que hacer sentir mejor? ¿Ayudarme a seguir adelante?

Ah que bueno, ahora voy a poder dormir de noche sabiendo qué hay un cajón hueco enterrado con el nombre de mi madre encima. Gracias.

—¿Estás bien?

La cálida mano que descansaba sobre la mía me da un apretón que me trae de vuelta a la realidad. Oliver me miraba cauteloso, y aunque no lo estuviera viendo, sabía que su rostro estaba bañado en preocupación y pena.

—Si... — mi voz sale en un susurro apenas audible.

Sabía que no estaba bien. Y sabía que Oliver también lo sabía. Él solamente preguntaba para querer distraerme de cualquier lugar oscuro el cual mi mente se estaba hundiendo.

Por primera vez en lo que se sintieron horas, despego mis ojos del ataúd y los dirijo a mi padre. Tenía puesto un traje negro, lujoso e impecable como siempre, sus ojos mieles estaban ocultos detrás de unas gafas oscuras cuyo propósito seguramente era que la gente no sepa si estaba llorando o no. Pero yo sabía que no lo estaba.

La forma en la que les daba las gracias a los invitados que pasaban a darle sus condolencias me enfurecía. Patrick no merecía ninguna condolencia, mucho menos en el funeral de mi madre.

Había muchas cosas que me enfurecían de este evento. Como el hecho de que hay rosas blancas sobre el ataúd, cuando las flores preferidas de mi madre siempre fueron los girasoles. O la cantidad de gente desconocida que había aquí, y me irritaba un poquito extra el hecho de que los padres de mi mamá no de encontraban por ningún lado.

De repente, una oleada de calor me recorre el cuerpo y hace que mi cerebro lata contra mi cráneo. Puedo sentir mi pulso detrás de mis orejas y mis uñas clavándose contra mi palma un poquito más fuerte con cada latido.

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