Capítulo 6 : ¿De donde viene esa pregunta?

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— Si sacó las uñas te puedo arañar —murmuró, pasando el paño de agua por toda la encimera

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— Si sacó las uñas te puedo arañar —murmuró, pasando el paño de agua por toda la encimera.

Limpiar con música siempre pegaría diferente.

— Cat kitty cat cat kitty cat cat —canturreó, dando media vuelta para volver a quitar el polvo de la encimera.

Retrocedo observando a detalle lo bien que estaba quedando y sonrió abiertamente.

— Al menos puedo quitar la resaca en algo —murmuró, dejando el paño a un lado para tomar alguno de los libros en mano y comenzar a acomodarlos.

Después de un lunes fuera de control y darme cuenta de que a lo mejor no solo tenía a un chico dispuesto a ofrecérmelo todo, quede con dudas de que si lo que estoy haciendo en verdad era lo correcto.

A ellos les parecía bien, era lo de ellos al fin y al cabo, pero yo jamás me había supuesto a algo como eso.

Dejar de pensar y dejarme llevar era lo único que venía escuchando desde que les conocí y a lo mejor, aquella era la única respuesta a mis dudas y nervios.

¿Por qué tengo que sobrepasar algo que estoy disfrutando? ¿El hecho de que habrá personas que lo vean mal?

Al diablo con ellas.

— ¡Madeleine! —grita, mama desde el pasillo a lo que yo pongo los ojos en blanco.

— Esta mujer debería tomarse unas largas vacaciones —susurró, para mi misma —¡En la oficina!

Es cuestión de segundos en los que tan solo me percato de sus apresurados pasos a través del pasillo antes de que esta interrumpa abriendo la puerta de par en par y de manera agresiva, como de costumbre.

— ¿Quién eres tú y qué haces limpiando? —chilla, abriendo los ojos de par en par, con una expresión  más fingida que el amor que tuve hacía mi ex.

Pongo los ojos en blanco y prosigo posicionando los libros.

— ¿Te quejas cuando limpio y cuando no lo hago también? —planteo, negando progresivamente con la cabeza.

— Eh, que nunca me queje. —se apresura a decir.

— ¿Qué quieres mamá? —inquiero, deseando seguir con mi labor de vida.

— Tan solo arreglaba unos detalles de la contabilidad y me fijé que en el regalo de Tristán seguía triturado y quemado sobre la mesa —explica y yo tuerzo el gesto.

Tristán...

Sería difícil volver a escuchar su nombre por el momento.

— ¿Y? —cuestionó, restándole interés.

— Que los boletos siguen intactos, dos malditos boletos a Las Vegas, Madeleine ¿qué diablos harás con ellos?

— ¿Dejarlos caducar? —murmuró, indecisa. Achicó los ojos en su dirección y me encojo de hombros —La verdad en que ni siquiera les he dado la atención suficiente.

DESTRUCCIÓN +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora