Capítulo 11 : ¿Qué sabes?

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Doy un último vistazo a su posición y respiro hondo enderezando mi cuerpo a un lado de la cama

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Doy un último vistazo a su posición y respiro hondo enderezando mi cuerpo a un lado de la cama.

Volvíamos al inicio, yo verle dormir, pero ahora más destruido.

Ya nada mantenía vivaz aquel rostro angelical, en cambio ahora parecía verle por quien realmente es.

Observo el reloj en la mesilla de noche y me sorprendo al ver lo temprano que es.

Apenas y eran las once y cinco de la noche, lo cual me indiciaba que aún tenía tiempo de llegar a casa. No planeaba y tampoco deseaba permanecer otro segundo más aquí.

Necesitaba aclararme.

— Siento no permanecer a tu lado hoy —murmuró, dando media vuelta para dirigirme a la puerta.

Estaba a nada de tomar la manija y salir de volando de aquel oscuro y temeroso cuarto, pero antes siquiera de tomarla entre manos, algo captó mi atención haciéndome parar en seco.

¿Qué acaso aquello era...?

Tuerzo los labios y doblegó el cuerpo en dirección a la mesita de noche captando lo que vi por reflejo.

No husmees y vete ya, Madeleine.

Debato en mi cabeza el sí salir de aquella casa en cuanto antes o quitarme indagar un poco e irme.

Joder.

— Quisiera hacerte caso —murmuró para mi misma, retorciendo de manera descuidada.

Dejo la manera de la puerta y me deslizo en un abrir y cerrar de ojos hacia la mesa, para terminar poniéndome de cuclillas y enfocar la mirada en aquel extraño y diminuto cuadro.

No olvidándome de que Thomas yacía casi inconsciente a mi lado y debía mantener el silencio por al menos un rato.

Echo un vistazo fugaz a la obra de arte a mi lado y vuelvo a la mesilla, donde yacía una foto enmarcada en delicado cuadro de cristal.

Mi estómago se revolvió al verla con claridad, haciendo que las dudas y preguntas me atacasen sin siquiera desearlo.

Era una foto de Thomas. Pero no tan solo él.

Tras él estaban sus padres y justo a su lado lo que parecía un médico y bien apegada a Thomas, una chica sonriente y aparentemente muy cercana al mismo.

La intriga comenzó a carcomerme una vez las ideas llegaron a mi cabeza, hermanos no eran, ¿primos? ¿Amigos? Se notaban demasiado cercanos y me resignaba a aceptar que aquella fuese la que alguna vez considero un amor.

Delgada, pelirroja y con una tonalidad tan pálida como la de un fantasma.

Era hermosa.

Acaricie los bordes del cuadro con la yema de los dedos deseando que así este fuese capaz de decirme más, pero nada ocurrió.

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