Capítulo 15 : Las vegas y los malditos anillos.

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Había llegado el día y no sabía decir que si por desgracia o por suerte

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Había llegado el día y no sabía decir que si por desgracia o por suerte.

Quito los pétalos de la Rosa uno por uno esparciéndolos por todo el suelo, muriendo de los nervios y a la vez deseando destruirla de un solo tirón.

— ¿Alguien me explica en que dimensión vivimos y por qué coños esa perra va con nosotros? —inquiere, Odette metiendo las últimas valijas al maletero del auto.

— Porque Thomas desea molestarnos. —explica, Gastón llevándose la cerveza a los labios.

— Viniendo al caso ¿De dónde sacaste esa rosa? —inquiere, Odette torciendo el gesto.

Me encojo de hombros y señaló la entrada de la casa.

— La encontré justo en la entrada sacando las maletas —respondo con simplicidad y esta se limita a asentir fundida en el silencio.

— Agradezcan que vamos en autos separados —menciona André, desde el asiento copiloto.

Le observo de manera fugaz a través del retrovisor, esbozando una diminuta sonrisa entre labios la cual esté no tarda en notar, guiándome un ojo.

Termino por subir una de las últimas maletas en el asiento trasero antes de retroceder y permitir que Gastón la cierre de golpe.

— Llegan jodidamente tarde, de nuevo —gruñe Odette extendiendo la vista hacia la carretera.

— Habrán de estar muriendo entre orgasmos —bufo, poniendo los ojos en blanco.

— Tú tampoco puedes quejarte mucho. —opina, André mordiéndose el labio inferior.

Gastón intercambia la mirada entre nosotros curioso y sonríe de lado tan rápido como nota algo.

— No me digas que dejaste que André te metiese el megalodon —interviene, Gastón haciéndonos estallar en carcajadas.

— A tiempo récord —opina Odette, guiándome un ojo.

Observo a André de reojo para encontrármelo para nada afligido.

Ellos tienen sexo entre sí, Madeleine. No busques que André demuestre algo delante de ella.

— He de admitir que lo he disfrutado como nunca —opina, André.

— Algún dia deberíamos hacer un trío —comenta, Gastón guiándome un ojo, antes de rodear el auto y aproximarse a la puerta trasera.

— ¿Y a dónde me dejan a mí? —inquiere Odette, abrazándome rápidamente por la cintura con un puchero plasmado en el rostro.

Me llevo las manos al rostro sintiéndome prontamente acalorada antes sus sinceras declaraciones.

De verdad no tenían ningún filtro al hablar.

— Fuera por si no es obvio. —aclara, Gastón lanzándole un beso al aire.

Odette no tarda en responderle de manera ofendida. Yo me limité a alejarme de estos y recostarme a un costado del auto, dejándoles ser en su típica discusión infantil.

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