CHLOE MEYER
Bajaba las escaleras con una paciencia impresionante, es más de media noche y al raro de Nyle se le ocurre una reunión, era la primera vez que iba a entrar al dichoso sótano. Bueno, ellos lo dicen Masacreador.
El cuarto era oscuro y frio, en las paredes tenía unas cadenas, en otras dos sillas con clavos en ella, tenía varios lugares de tortura, volvíamos a los castigos de antes. Una pantalla había en una esquina a lado de un cuadro de la revolución que exigía libertad para levantarse en contra del Estado.
—¿Las tienes? —preguntó Engelbert.
—Completas. —le respondió Nyle con una sonrisa.
Presionó un botón en la pared y se iluminó una pared completa de armas, cuchillos, metralletas, chalecos antibalas, balas, unas dagas. Me choqué con una mesa con cinco sillas donde nos sentaríamos a ver como mueren los que merecen, la habitación es aprueba de sonidos, no había de que preocuparse. Las luces se apagaron y me quedé en el centro donde solo me iluminaba a mí.
—¿Chicos? —pregunté a la nada, sintiéndome algo asustada.
Las luces se iluminaron por completo y me dejó ver a los chicos sentados en la mesa mirándome.
—Su regalo por sus dieciocho años, señorita. —habló Nyle mostrándome en la mesa una caja blanca.
La abrí mirándonos una vez más y había una M16 rosada que brillaba y tenía unas flores en plateado. Pasé mis dedos por las letras en piedritas plateadas con mi nombre. Esto era el mejor regalo de todos. Tengo mi propia arma personalizada.
—Y porque me dio un descuento, tenemos estas. —escuché a Nyle.
Sacaron y me apuntaron con unas pistolas doradas pero cada uno en una parte de la pistola tenía el mismo color que las dagas. Puse la mejor cara y les apunté con la mía.
—Para tener igualdad. —Nyle arrastró una en dorado con rosado igual hacia mí.
Corrí por atrás a abrazar a Nyle.
—Y yo que elegí la decoración ¿No me agradeces? —me dijo Audrey que estaba a su lado, también la abrasé.
Fui por todos abrazando y dejándoles un beso en su cabeza.
—Ya que ya miraron todo, mañana empezamos. Así que vayan a descansar. —habló Audrey parándose.
Salió Engelbert y con Lennox miramos atrás desde las escaleras viendo a Audrey y Nyle quedarse solos.
—¿Usaran las cadenas de la pared? —le preguntó Lennox causando mi risa al ver sus caras avergonzadas.
—Usen protección chicos. —les dije y me subí con ella.
Fuimos a la cocina por agua.
—¿Tienes planes? —le pregunté.
—Déjame ver. —miró a su reloj. —Una de la mañana es la hora perfecta para masturbarme e irme a dormir.
Voté el agua de mi boca sintiendo mis mejillas calientes por tremenda confesión.
—Bueno ¿hacemos pijamada? —le pregunté con una sonrisita que usaba para que mis padres me den lo que quiero.
—No.
Caminé detrás de ella y me metí a su cuarto con ella.
—¿No me escuchaste?
—Si escuche, pero no me importa.
Después de unos minutos de discusión para irme, termine acostada mientras ella me miraba desde su sofá con una guitarra en la mano. Tratábamos de componer algo, o al menos pasar el rato hasta que nos de sueño.
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Hechos para ser uno solo
De Todo¿Cómo te imaginaste tu primer día en la universidad? Clases, fiestas, amigos, romances... Hay mucho más que averiguar en esta universidad, y las personas que entrarán lo descubrirán. La Universidad de los Andes, la más prestigiada, no solo por su ed...