029

13 4 1
                                    

CHLOE MEYER

El día es cálido, extendí mis brazos respirando la libertad que quería hace muchísimo tiempo, esa libertad en donde mi mente podía estar en blanco y yo no tenía que preocuparme, quería gritar soy libre, quería girarme y decir: ¡Alonso, se cumplió, somos libres! Pero al voltear no tuve a mi Fonsi, pero tuve cuatro amigos viniendo hacia mí con un helado extra en sus manos que recibí gustosamente.

—¿Por qué siempre terminamos en una feria? Hay más lugares donde encontrar diversión como las peleas callejeras. —hablo Lennox mirándonos.

—No nos divertiremos ilegalmente. —le respondí riendo mientras comía mi helado.

—Son unos aburridos. —nos dijo.

—No, solo no queremos terminar en la cárcel.

—¿Enserio? No pensábamos en eso hace tiempo, descuida vivo en la iglesia no cometo crímenes—se excusó con sarcasmo.

La miramos divertidos rodando los ojos por su sarcasmo.

—¿Ya nos vamos? Ya tengo hambre, las paredes de mi estómago se pegan a mis costillas y mis órganos se están comiendo entre ellos. —hiso un puchero Engelbert.

—Desayunamos hace dos horas. —le contestó Nyle mirándolo sorprendido.

—Mi metabolismo siempre fue idolatrado por mi pediatra. —colocó sus brazos en su cintura y sonrió orgulloso.

—Los pediatras son para los niños.

—¿Y quién dijo que yo deje de serlo? —inflo sus mejillas y frunció el ceño de manera tierna.

Nos causó una risa a todos por sus actos tan infantiles, la única que no se reía era Lennox que lo miraba de arriba para abajo examinándolo, así como a él y a mí nos interesaría saber que significaba esa mirada.

—Eso explica tu colección de figuras de acción en tu recamara. —le dijo riendo Nyle.

—Y su docena de peluches. —la pareja empezó a reír.

Su humor es un asco, lo dijo Lennox y ahora lo confirmo. Menos mal que están ellos dos juntos porque si no nadie los comprende.

Deje de observarlos y me fije en las acciones de la gruñona que pasaba el brazo de mi mejor amigo por su hombro y lo sostuvo con su mano, mire picarona a Engelbert que este trataba de mantenerse serio, pero quería sonreír.

—Vamos a ir a almorzar porque Engelbert tiene hambre así que se callan y van caminando. —los miro seria a los dos que, si vuelve a mirar así, me arrodillo y le pido disculpas. —¿De verdad se burlan de él? Lo dice la niña que quiere su vida como las princesas y el otro que tiene hasta en el culo superhéroes.

Ellos avanzaron de a poco.

—Odio a Lennox. —mencionó Audrey mirando a su novio.

—¡Yo no tengo en el culo superhéroes! —objeto Nyle casi gritando haciendo que las personas cercas lo miren como alíen.

—Sí, si, como digan ya entendimos. —pase mis brazos por sus hombros haciendo que estos avancen.

Lennox volteo a vernos si la seguíamos y apartó a Engelbert dejándolo de lado y este vino como perrito abandonado hacia nosotros y se metió entre mis brazos.

—Me abandonó. —soltó.

—Siempre lo hace. —le contestó Nyle sin ningún remordimiento.

Seguimos avanzando detrás de ella directo a comer.

...

Estábamos ya en el restaurante sentados mirando las cartas para ver nuestros pedidos, Lennox solo se ordenó una ensalada los demás todo lo que pudieron ver en la carta. La comida había llegado y Engelbert que parecía un niño con los cubiertos listos, sin esperar que el chico ponga los platos en la mesa ya había agarrado algunas cosas de la bandeja a lo que reaccione y le golpee en la mano.

Hechos para ser uno soloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora