Suplicas

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Joseph ordenó que todos elevaran sus copas en el momento en el que Josh bebió de la suya, lo que estaba corriendo por su garganta en ese momento, era una mezcla de la sangre de antiguos y fuertes alfas de la manada, junto con varios tónicos hechizados con viejos cantos poderosos.

Su cuerpo se dobló hacia adelante y sus ojos cambiaron a los de su animal. Buscó a alguien en toda la sala, alguien que no estaba presente. Soltó un gemido de dolor antes de volver a enderezarse, cerró sus ojos con fuerza y cuando volvió a abrirlos mostró los del hombre.

Fue el turno de nosotros de beber de las copas con vino sagrado.

—Saluden a su nuevo alfa —ordenó Joseph.

Cada lobo comenzó a aullarle al nuevo alfa. Yo me quedé observando con la piel erizada, podía sentir el cambio en la tierra que estaba pisando. Podía sentir el poder llenando el cuerpo de Josh, conectándolo con la manada y conmigo misma incluso.

El ahora nuevo alfa se retiró con la mirada oscurecida, era tiempo de que todos se reunieran con él individualmente para presentar sus respetos, en mi caso, debía reunirme con él para pedir permiso de permanecer en sus tierras.

La sola idea hacía que mis entrañas se revolvieran.

El bosque era mi casa, siempre iba a serlo, no importaba si un bastardo creía tener el poder de decir lo contrario.

Joseph había permanecido frente a todos, aclaró su garganta y todos volvieron a guardar silencio.

—Maureen —dijo mi nombre y el silencio se acentuó, Peter se tensó a mis espaldas—. Eres la primera en pasar a ver al nuevo alfa.

Asentí y esperé que mi extrañeza no se notara. Muy bien, que Josh me invitara a pasar primero solo podía significar dos cosas, una buena y otra no tanto. Temía por mi futuro y el de mi familia, me estremecí al pensar en cómo mi comportamiento con Josh pudo haber afectado su decisión sobre mi familia.

Maldije en voz baja mientras caminaba hacia el despacho del nuevo alfa.

Bien, no tenía de otra, tendría que ser amable con él esta vez, aunque me provocara arcadas. Pero de algo estaba segura: «Una bruja no ruega».

Toqué la puerta del despacho que estaba siendo custodiado por Joshua y Abel. El hermano del alfa tenía la frente arrugada, observaba a Abel y Abel me observaba a mí.

Enarqué mi ceja con una pregunta escrita en mi rostro.

"¿Debería preocuparme?".

Me dedicó una mirada cautelosa. No pude entender lo que sus ojos me decían.

—Pasa, Maureen —se escuchó desde dentro.

Abel me abrió la puerta, su mano rozó mi brazo ligeramente cuando entré, le di una mirada de soslayo. Queriéndole decir que no tenía que preocuparse por mí.

La puerta se cerró en cuanto Josh me enfrentó.

Por un momento no reconocí al hombre derrotado que estaba frente a mí.

—He sido un completo idiota, Maureen —admitió, hizo un ademán con su cabeza para que me sentara frente a él. Supe que esta conversación no iba a ser sobre mí o mi familia—. Debí haber tenido cuidado, pero ese hombre no tenía buenas intenciones, lo vi en su mirada, en su forma de reaccionar a mi...Ivy. Ahora ella cree que soy una bestia —lamentó—. Ella es mi compañera. Mi mitad. Y ahora no está conmigo me ha dejado...

—Pudiste haber remediado eso, Josh —dije—. Pero continuaste arruinándolo, no demostraste respeto por su origen, prácticamente escupiste sobre eso —negué—. Te dije que la enamoraras, pero al parecer no entendiste. La insultaste y la humillaste frente a todos, ¿Quién podría amar eso?

La bruja y los lobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora