¡Por los benditos dioses! ¿Qué demonios había estado a punto de hacer?
Me había vuelto completamente loca, la falta de mi magia había afectado mi cabeza, algo debió haberse dañado, estropeado. Por dios. Sentía que la cara me iba a estallar de vergüenza, era una idiota, una idiota, idiota, idiota.
Retrocedí varios pasos hasta que casi caigo en la bañera llena de agua, Peter seguía allí, inclinado un poco hacia adelante, él había estado dispuesto a recibir lo que yo quería darle.
Quise abofetearlo, quise pegarle y sacarlo de aquí por...por hacerme perder la maldita razón.
Abajo escuchaba las voces de mi abuela y Abel, sentí el enfado llegando a mí, uniéndose con la sorpresa. Desde el funeral de su padre había pensado que jamás volvería a pisar esta casa. Él ya no tenía derecho a venir, lo había perdido cuando las habladurías de la gente fueron más importantes que nuestra amistad.
Peter se enderezó en su lugar, aclaró su garganta y se giró hacia la puerta.
Lo habría besado, le habría dado mi primer beso. Iba dejar que él lo tomara. Un completo desconocido, un lobo, un...¡Extraño! ¿Cómo pude haber perdido la cordura?
No soportaba mis pensamientos, eran un desastre, mi corazón estaba como loco en mi pecho, gruñendo, saltando, vitoreando. Las orejas se me calentaron.
—Tienes que vestirte —dijo con serenidad.
Abrí mi boca, lo que iba a salir de allí no era nada bonito, pero Peter cerró la puerta entre nosotros, alejándose de mí, subiendo ese muro que necesitábamos. El aire abandonó mis pulmones y me caí abruces en el suelo.
Repetía lo mismo en mi cabeza, me regañaba, me maldecía. Estaba atrapada en una habitación sin puertas ni ventanas, todo se reducía a esa acción absurda que por pura suerte no había terminado de suceder. Tenía que tomar previsiones y no permitirme alguna vez volver a estar así de cerca de hacerlo.
¿En que estaba pensando?
Esa no era yo, era esta necesidad que tenía, la de mi collar. Eso tenía que ser.
Me vestí rápido, la camisa no parecía combinar con la falda, pero ya no tenía opción, había estado distraída que solo me importó tomar algo de ropa. Ajusté la falda en mi cintura, eso era todo lo que me faltaba.
No me molesté en peinarme.
Solo salí.
Mantuve mi visión fija en el pasillo, el omega me siguió, provocaba estragos en mi interior. No iba a poder dormir esta noche, me comería la cabeza recordando cada segundo de mi locura. Iba a sofocarme.
Vacilé en las escaleras cuando me encontré con sus ojos azules.
Las ojeras ya no estaban tan marcadas, tenía color en las mejillas y una pequeña sonrisa. Hasta que miró a la persona que venía tras de mí. Mostró sus dientes cuando gruñó, él estaba junto a mi abuela y ella no dudó en pellizcarlo para que se comportara. Mi abuela no toleraba ere tipo de comportamientos.
Abel alejó su brazo y le dirigió una mirada cargada con reproche.
—No puedo creer que usted apruebe esto, señora Solis. Este niño apareció de la nada, no pueden confiar en él.
Esa demanda me impulsó para terminar de bajar las escaleras.
—¿Y por qué piensas que tu opinión tiene alguna relevancia aquí? —solté venenosa.
Me afectó mirarlo, estar cerca de él. No quise dar un paso más, me quedé al pie de la escalera con Peter a mi lado. El calor había sido extinguido por esos ojos azules. Estaba fría, helada, quería que se marchara.
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La bruja y los lobos
Manusia Serigala"Era magnifica. Perfecta. Perfecta. Perfecta. La voz en mi cabeza no se callaba, seguía gritándolo y lo supe, supe lo que era para mí, supe lo que éramos. Ella ya se había ido, pero yo me quedé en el suelo, me miraba a mí mismo, tan delgado que los...