Luna llena

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Desperté sintiéndome en un estado de ebriedad que no tenía nada que ver con el vino. No había luz salvo la de la luna entrando por la ventana, me ahogué con mi respiración al darme cuenta de que estaba sola.

Peter no estaba. Había luna llena. Iban a destrozarlo.

Tenía que advertirle y no lo hice, no lo hice...

Afuera comencé a trazar mi círculo de Maga, mientras mi magia corría por el bosque buscando al omega. No lo encontraba. Escalofríos recorrían mi cuerpo, no podía detenerlo, el bosque me estaba llamando. Tuve que elevar mi rostro al cielo, seducida por la grandeza de la luna, pero terminé bajándola de golpe cuando los aullidos de los lobos se alzaron.

Me quité las zapatillas y hundí mis pies en la tierra, absorbí la energía, la dejé correr por mis venas. Y pensé en Peter. Le había dicho a mi abuela que podía cuidarme sola y ella me había respondido que quizás Peter no.

Quería que no me importara, quería desinteresarme y dejar que la luna llena me limpiara, ¿pero qué sentido tenía cuando seguía prefiriendo estar sucia? Tenía que cambiar eso, porque la persona que era no me gustaba. No desde que le había hecho daño a mi madre.

Cerré mis ojos e invoqué la imagen de Peter a mi mente

—Él y solo él podrá pisar mi tierra, porque yo y solo yo, soy la que lo permite —conjuré dejando escurrir la tierra de mis manos.

No podía encontrarlo, pero al menos dejaría que se refugiara aquí si eso necesitaba.

Tragué saliva y me dejé caer sobre la tierra escuchando los cantos de los lobos.

La luna llena también era para los brujos, quería correr, bailar, adorar el bosque bajo la luz de esa gran luna. Pero no podía. Si daba un paso fuera del circulo de protección los lobos iban a cazarme.

Si mi familia estuviera aquí sería tan distinto, haríamos fuego y bailaríamos alrededor de él cantando:

Somos libres, libres como el mar...

Ten cuidado, querido mortal,

Nadie nos posee.

Somos vida,

Muerte...

Y eternidad —terminé. Podía sentir a los lobos escabulléndose entre los árboles o viniendo por el sendero. Podía sentirlos en mis huesos—. Llegan tarde —ronroneé.

Sus ojos brillaban en la oscuridad, luciendo como orbes mágicos. No los reconocía, apenas sabía cómo era el alfa y sus hermanos en su forma animal, también había visto a Abel, pero no a Peter, aunque una voz que primitiva de mi me dice que lo reconocería.

Los lobos gruñían y ladraban, ya habían olido la Maga que los mantenía alejados de mí. Los ignoré y me fijé en el cielo, estaba agotada todavía, seguía teniendo una incomodidad ardiente en mi pecho, como si pudiera comenzar a llorar en cualquier momento. Me sentía sola y odiada, me sentía despreciable...

Permíteme adorarte, luna brillante —canté con voz vacilante—. Te ofrezco a mi amante, como último canje —sonreí recordando como mi madre me había enseñado esa canción—. Todo porque tu luz alcance mi magia vibrante...

Entré en la casa, porque sentía que no merecía estar afuera y disfrutando de la luna. Me había comportado mal, muy mal y ahora estaba sola. Esa era la consecuencia.

Me había centrado tanto en que había perdido a mi padre que no me di cuenta de que mamá estaba allí. Ella siempre estuvo, intentando que mi vida aquí no fuera un infierno. Ella siempre estuvo para mí aunque hubiera perdido a su padre y a su pareja de manera nefasta. Y yo no lo vi...estaba tan sumergida en lo que yo sentía que...

La bruja y los lobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora