Mitades

14.2K 1.5K 41
                                        

Un Keiya era una criatura hermosa, atractiva y cautivante, su naturaleza era seducirte hasta tenerte bajo su merced. Eran peligrosos tanto por su inteligencia y sabiduría como por su habilidad de desgarrar gargantas en menos de un parpadeo. Los Keiya habían permanecido ocultos por muchos años, los lobos los detestaban tanto como a las brujas.

Nos tienen miedo —escuché su voz en mi cabeza.

Eran criaturas exquisitas, nunca había tenido la oportunidad de conocer uno. Solo los libros me habían preparado para un encuentro como este.

—Aquí está todo lo que pediste —extendí mi bolso para que lo tomara.

—Acércate, querida —extendió su mano hacia mí sin importarle los gruñidos feroces de Peter—. Tu familia fue muy buena conmigo, no me gustaría traicionar su confianza haciéndote daño —aseguró.

Di un paso al frente, pero el brazo de Peter me detuvo.

—Ella no saldrá de este territorio, toma tus cosas y vete —espetó, trayéndome por completo a la realidad.

Sacudí mi cabeza y alcé mi magia a nuestro alrededor, donde la magia del Keiya no pudiera confundirnos.

—Lo siento, Dasher, tengo otras cosas que hacer, no puedo quedarme para... conocernos —apoyé a Peter—. Será en otro momento.

Tomó el bolso con precaución y juraría que vi decepción en sus vacíos ojos, pero pronto fue sustituido por otra de sus brillantes sonrisas.

—Eso es seguro, Maureen —me miró—. En el Quaála, ven al pueblo de los brujos del norte, estoy seguro que amaras la forma de festejar y por supuesto que puedes traer a tu amante —se inclinó hacia adelante en una reverencia—. Hasta pronto, criaturas interesantes.

Caminó de espaldas hasta que lo vimos desaparecer entre los árboles.

Expulsé el aire que había estado conteniendo y me giré para mirar a un confundido Peter.

—¿Qué es Quaála? —su pronunciación fue terrible.

Enrojecí.

—Quaála es una fiesta tradicional en la comunidad de los brujos, celebramos la divinidad de nuestros cuerpos y los placeres que vienen con ello —expliqué, carraspeando—. Es una fiesta para honrar nuestro lado salvaje, nuestros impulsos y sentidos, por lo tanto estos están más desenfrenados.

Reanudé mi caminata de regreso seguida muy de cerca por Peter.

—¿Cuándo es eso? —quiso saber.

—Una semana aproximadamente —contesté.

Tendría que ver el calendaría, a veces las celebraciones se corrían por el estado de la luna.

Ninguno de los dos quiso hablar sobre lo que había pasado antes de que el Keiya interrumpiera, y lo que pudo haber pasado si no lo hacía. Sentí la necesidad de cubrirme el rostro. La atracción entre nosotros cada vez era más insoportable, podía sentirla fluir y tensándose. Cuando sus manos estaban sobre mí olvidaba por completo lo que éramos, me volvía nada y todo. Algo muy caliente.

Y todo era provocado por él, por un lobo.

—Maureen —me llamó deteniéndose—. No estoy arrepentido en lo absoluto de lo que ha pasado entre nosotros, todo lo que he dicho y hecho demuestran lo que tú me haces sentir —estiró su mano para acariciar mi mejilla—. Por favor, no te arrepientas, me lastima pensar eso.

Me alejé de su tacto sin querer.

—¿Por qué? —cuestioné—, ¿Por qué te importo tanto, Peter?

La bruja y los lobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora