¿Confías en ellos?

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Pensaba en que estaba siendo demasiado complaciente con ellos. Y me molestaba. Suponía que era por mi desestabilidad emocional y por los efectos de la luna todavía en mi cuerpo. Primero —y solo los dioses sabrían por qué— le había devuelto el beso al omega. Dioses santos. No había pensado en nada, solo en él y en cómo se sentía. Todavía me provocaba escalofríos.

Segundo, ahora estaba yendo, voluntariamente, con Briel para conocer a la mitad del futuro alfa.

Debía admitir que no comprendía el arrebato de posesividad que tenían los lobos hacías sus compañeros. También estaba el cuidado, la dedicación, el anhelo...Robaba el aliento pensar en que alguien podría tener esa clase de sentimientos hacia otra persona. La gravedad de lo que implicaba.

Observé la mano unida de Briel con la del otro lobo que me miraba de reojo, era su compañero. Su mitad.

Tal vez nunca lo entendería.

La manera en la que veía a Josh me hacía imposible verlo de esa forma tan...entregado a alguien. Él era frío, salvaje y amargado hombre. Estaba intrigada por la chica, ¿Cómo sería ella?, ¿ya tendría ganado su corazón? Si era humana tendría que tener cuidado, porque los humanos eran frágiles. Debía estar de verdad enferma si Josh estaba tan desesperado como para hacer que me buscaran.

—Muévete, omega.

Abel empujó a Peter haciendo trastabillar, lo miré mal y él achicó sus ojos en mi dirección.

Retiré mi atención de él y la llevé hacia Peter, él me estaba mirando, vigilando a los otros dos lobos que no me quitaban los ojos de encima.

Todo el tiempo estaba mirándome, vigilando, era como si fuera incapaz de parar. Pero él debía. Nadie podía saber lo que había pasado entre nosotros anoche, ese secreto quedaría entre nosotros y la luna. El beso. Mi primer beso. El corazón me había latido tan fuerte. Mi piel se había calentado hasta resultar insoportable. Y lo que era peor...se había sentido malditamente bien.

Estaba confundida, enojada y frustrada conmigo misma. Durante incontables noches sin luna me juré nunca caer en las garras de los lobos, pero me había dejado seducir por uno bajo la influencia de la luna llena. Eso me asustaba. Los terrenos desconocidos no me intimidaban, pero este era uno que había prometido no pisar jamás.

*****

En un silencio incómodo y cargado llegamos al pueblo. Abel, quien no me había dicho nada desde que partimos de la cabaña, sujetó a Peter por el codo y lo guió por otro camino al que Briel me señaló.

—¿A dónde van? —cuestioné tensa.

La pareja de Briel le susurró algo antes de irse detrás de Abel y Peter. Briel me gruñó para que siguiera caminando.

—Tú a lo tuyo, bruja.

«Bruja».

Mis uñas se clavaron en mis palmas, sentí como la energía pura de mis anillos viajó por mi sangre. La retuve. Con fuerza.

Vi a Peter girarse en mi dirección, me miraba, pero Abel volvió a empujarlo con un gruñido.

Tragué saliva, girándome en la dirección contraria, hacia el camino que señalaba Briel.

No quería peleas.

Era inusual, pero el pueblo estaba bastante tranquilo y silencioso, solo se escuchaba los murmullos del viento y muy pocas voces susurrantes. Como si ellos pudieran sentir la ansiedad de la gran casa en el aire, tal vez era así y no era la única que había sentido el cambio.

Tenía escalofríos por las energías que cargaban el aire, sentía frío el estómago y sudaba.

Los lobos mantuvieron su silencio, no me gruñían, ni me miraban, estaban guardándole respeto a su próxima señora.

La bruja y los lobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora