Peter.
Me aferraba a la idea de que era real, así se sentía. Ella estaba bien, estaba conmigo.
Y nos estábamos besando.
Sus labios eran suave bajo los míos, deliciosos, alucinantes. Mi corazón golpeaba sin pudor contra mi pecho, casi llorando por estar tan cerca al de ella. Aquí era donde debía estar, eso parecía decir. Esta era mi casa. Quería que fuera así para siempre, que su corazón latiera contra el mío, que su boca correspondiera a la mía, que igualara su desesperación. Porque cuando unos labios nacían para ser correctos juntos resultaba una total aberración y crueldad mantenerlos separados.
Nunca había probado los labios de una mujer, me sentía satisfecho por eso, porque Maureen era la correcta. Era perfecta. Era mi casa. Toda ella. Nunca iba a desear los labios de nadie más, porque yo le pertenecía a ella.
Era abrumador y no podía parar, apenas sabía lo que hacía, pero donde yo fallaba, ella lo compensaba.
Lo que ella me provocaba podía haberme tumbado sobre el suelo.
Tal vez caería, porque me estaba quedando sin aliento y no quería dejar de besarla. Su lengua estaba sobre mis labios, remojándolos, saboreándolos. Iba a desmayarme.
Fue ella quien se separó, apenas unos centímetros, dejó un beso casto y luego yo le di otro. Una de sus manos subió hasta mi nuca y tiró de mí hacia ella. Pude llorar, tal vez sollocé, no lo sabía. Todo murió en sus labios, donde encontré mi paz. Quise probarla con mi lengua también, pero eso la asustó.
Se alejó de mí, mirándome con sorpresa absoluta. Sus ojos estudiaron todo mi cuerpo y cuando volvió a fijarse en mi desnudez, jadeó. Había olvidado que estaba desnudo, había olvidado muchas cosas, era normal después de una transformación completa bajo los efectos de la luna llena. Estaba avergonzado y no sabía que partes de mí cubrir, todo estaba estropeado, marcado por una vida de pobreza y peleas perdidas.
Maureen corrió alejándose. Hiriéndome.
Di un paso queriendo ir tras ella, pero me detuve. Lo que había sucedido era demasiado. Tendría suerte si ella volvía a mirarme alguna vez. Me dolía saber que para mí había sido lo más bello de mi vida, pero para ella probablemente había sido abominable.
La escuché encerrarse en su habitación.
Estaba caliente, todo mi cuerpo, insoportablemente caliente.
La había besado y ella me había correspondido.
Dioses santos, no podía creer que hubiera sido capaz de hacerlo, pero había estado tan perdido, creyendo que ella se esfumaría o que había estado lastimada. Todavía pensaba como un animal.
Cuando había vuelto a mi forma humana, pensé que despertaría muriendo, tan lastimado que tendría que quedarme en el suelo durante días antes de que pudiera moverme. Pasaría hambre, frío y dolor. Mucho dolor. Estaba perdido, desorientado y mis pensamientos habían sido del animal. Necesitaba saber si mi pareja estaba bien, a salvo, solo podía pensar en eso. Ven conmigo, quédate junto a mí. Eso era lo que había sentido.
Sus ojos me enloquecieron, había habido mucho ruido en mi cabeza. No sabía cuál era mi realidad, si la de la vida miserable o la de Maureen. Tocar sus labios lo hizo claro para mí, sabía a donde pertenecía, a donde había pertenecido siempre. Ella era mi realidad y yo era de ella.
«Mi diosa de cabellos de fuego».
El beso de la brisa fría hizo estremecer mi cuerpo, tenía que limpiarme y vestirme. Y calmar mis anhelos hacía ella.
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La bruja y los lobos
Hombres Lobo"Era magnifica. Perfecta. Perfecta. Perfecta. La voz en mi cabeza no se callaba, seguía gritándolo y lo supe, supe lo que era para mí, supe lo que éramos. Ella ya se había ido, pero yo me quedé en el suelo, me miraba a mí mismo, tan delgado que los...