Alto rango

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Deslicé las mangas del vestido en mis hombros, amarré los lazos de mi espalda con paciencia y alisé la tela cuando terminé. En el punto medio de mi clavícula el medallón de mi collar de cuna se movió cuando tragué saliva.

Hoy debía ser ese día, era hoy.

Lobo.

Mi reacción hubiera sido la misma, estaba segura, o incluso peor, porque era mi cumpleaños y no esperaba que tuviera que lidiar con algo como eso. Pero me gustaba creer que me había vuelto más fuerte, sabía que iba sobrevivir a este día y que no importaba cuanto odiara lo que estuviera en mi collar, no podía cambiarlo.

Tracé con la punta de mis dedos el largo del collar de la familia Luciany, me gustaría tener el de la familia Solis también, pero el collar original estaba perdido, la familia se dividió y un día el collar solo desapareció, así como muchas verdades.

Las mujeres Solis eran reservadas cuando se trataba de su familia, sabía que había mucho que me ocultaban, pero ellas solo le restaban importancia y barrían el tema bajo la alfombra. No solía presionarlas para que me hablaran de ese lado de la familia, solo las conocía a ellas y nunca me había visto envuelta por esos misterios.

Vi a mi abuela a través del espejo, estaba sonriendo y traía algo en sus manos.

—Preciosa —alagó sonriendo—. Ahora ya tienes edad para ponerte esto.

Hice una mueca cuando recibí el corsé, solo mirándolo sentía que me faltaba el aire.

—Ya estoy vestida, pero gracias —negué sosteniendo el objeto como si quemara.

—Maureen, este fue mi primer corsé, por favor, úsalo al menos una vez, tu decimosétimo cumpleaños es una ocasión muy especial.

—Bien —accedí entre dientes.

Tuve que desvestirme y pedirle que me ayudara a colocar la estúpida cosa, yo no tenía idea. Cuando terminé de colocarme el vestido, vi el cambio en mi figura, tenía que admitir que no me desagradaba demasiado, me veía...esbelta y...no sentía calor como había pensado, a pesar de las capas extras que había tenido que poner además del corsé. Aunque eso lo vería después.

Las manos de mi abuela acomodaron mi cabello en mi espalda, estaba sonriendo y sus ojos tenían una tierna melancolía escrita en ellos.

—Bajemos a desayunar, pequeña bruja.

Ciertamente me sentía cohibida, ya era toda una mujer bajo las leyes de las brujas, se suponía que estaba preparada para enfrentar la vida adulta, ahora no estaba tan segura. Caminaba despacio, era extraño para mí moverme con un corsé apretando mi cuerpo, debía verme ridícula.

No me di cuenta de que contenía la respiración hasta que encontré la cocina vacía.

—Peter salió desde temprano —comentó mi abuela en voz baja, como si creyera que yo...

—No me importa.

Fingí esa oración y eso sin dudas me importó.

No había visto a Peter desde la noche en la que mi magia regresó, así como también mi control, no seguí sintiendo la necesidad de él. Evité cruzarme con él todo lo que se me era posible, no quería que volviera a repetirse lo del baño y temía que su cercanía estuviera afectándome, prefería permanecer lejos, solo para prevenir.

Seguía enrojeciendo cuando recordaba que me había llamado "seductora".

Él tampoco se había esforzado por verme en estos días, había estado saliendo antes que el sol y volvía con la luna ya en lo alto, almorzaba cuando yo estaba en el bosque y...no lo había visto cuando estaba fuera, ya no me seguía, eso me alegraba. Así era mejor. Lejos el uno del otro ninguno haría tonterías.

La bruja y los lobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora