Nuevo Alfa

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Sabía que Josh no se había ido, seguía afuera, merodeando por mi patio con Abel. La presencia de mi amigo no me tranquilizaba, al contrario, me ponía más nerviosa. Las manos de Ivy tenían temblores violentos que apenas le permitían llevar la taza de té a su boca.

—No quiero quedarme con él —dijo negando—, pensé que podría intentar conocerlo, intentar confiar, después de todo, no había sido malo conmigo —musitó—. Pero...yo no puedo estar cerca de alguien que en cualquier segundo puede a explotar —decidió, lágrimas ardientes brotaron de sus ojos—. Le pedí que parara. Le rogué que se detuviera. Se me revuelve el estómago cada vez que lo recuerdo.

Josh era un imbécil. Y esto que estaba pasándole le haría pensar bien la próxima vez que quiera moler a alguien a golpes.

—Puedes quedarte aquí, Ivy. Eres bienvenida —sonreí para tranquilizarla—. Él no va a llevarte contra tu voluntad, lo prometo —me levanté de la mesa con lentitud—. Termínate tu té, voy a pedirle a Josh que se vaya.

—¿Sigue afuera? —se asustó.

—Confía en mí, ¿de acuerdo? Él no va a lastimarte —aseguré.

Salí de la cocina y encontré a Peter en el recibidor, por la forma en la que me estaba mirando sabía que quería reclamarme. Negué y puse mi dedo índice contra mis labios. Silencio, pedí.

Llevó su mirada hacia la ventana que daba al bosque, él sabía que Josh y Abel seguían afuera.

Caminé hacia la puerta y lo sentí seguirme. Estaba agotada y no me molesté en intentar detenerlo.

Josh salió del bosque cuando me vio atravesar la puerta, su rostro era la definición de la agonía, el abatimiento y el pánico.

—Dale algo que la haga olvidar —masculló. Abel palideció a su lado—. Quiero que olvide todo lo que pasó. Quiero que deje de tenerme miedo.

Mi sangre se heló.

—¿Te volviste loco, Josh? —gruñó Abel.

Es una orden, Maureen —espetó el futuro alfa.

Peter había dejado de respirar a mi lado, quizás tan impresionado como yo.

—No —sentencié—. Lo que me estás pidiendo es inconcebible y el solo hecho de que me lo pidas deja en evidencia tu carencia de testículos.

Los tres hombres se quedaron mudos ante mis palabras.

Josh entrecerró sus ojos en mi dirección, olfateando.

—Ella no va a perdonarme nunca, yo no puedo vivir con eso. Te estoy pidiendo que por favor me ayudes a arreglar esto.

—¿Crees que tomando sus recuerdos sin su consentimiento arreglará las cosas? —cuestioné con sarcasmo—. Eres un cobarde, Josh. Un auténtico y gran cobarde.

—Maureen —riñó Abel, sujetando a Josh por el brazo.

—¿Haces esto por lo que le pasó al omega? ¿Esta es tu forma de vengarte de mí? —siseó. Sentí que la sangre se acumulaba en mi rostro con furia—. Lo que le hicieron fue una barbarie, castigamos a los responsables y...

—¿Te molestaste siquiera en enviar a alguien a revisarlo? —enarqué mi ceja.

Josh se enderezó.

—Fue traído con la mejor sanadora de toda la manada —dijo—. ¿Para qué iba a molestarme en enviar a alguien más? Todos sabemos de lo que eres capaz, Maureen.

Aparté la mirada.

Mis manos estaban hecha puños, tenía los dientes apretados, aun así me las arreglé para decir: —Si hubiera querido vengarme de ti, Josh, habría puesto a Ivy en tu contra desde mucho antes —sonreí—. Pero terminaste haciéndolo tú solo.

La bruja y los lobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora