Deseo

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Peter.

«No te alejes de mí». Sus palabras calaban dentro de mí.

La sentía en todas partes, acurrucada contra mí, estaba asustada y dolorida, aunque las heridas que antes había visto en ellas ya no estaban, casi como si hubieran sido una ilusión, si no fuera por las costras de sangre todavía adheridas a su piel, pensaría que lo había imaginado.

Mi pecho se había calentado para ella, ante su búsqueda de consuelo y seguridad, aunque seguía escuchándola hablar sobre alguien que quería castigarla, maldecirla y dañarla. Pensé en que si ella me decía un nombre, no importaría cuanto me tomara, iba a hacerle tanto daño como el que le estaban ocasionando a ella.

-Hice algo malo -vaciló-, me merecía un castigo, pero no esto. Esto es una tortura.

Negó girando su rostro hacia el lado contrario de mi pecho, debía percibir mi sudor y desagradarle, me avergoncé.

-¿Quién te está haciendo daño? -pregunté.

Necesitaba saber quién era el responsable de que ella se hubiera quebrado tanto como para quedarse en los brazos de un hombre que...no podía llamarse hombre a sí mismo, era...Seguía siendo esta cosa moribunda que estaba peleando por su vida.

-La naturaleza es quien me castiga -admitió-. No hay nadie que me conozca como ella y tú...Tú eres un lobo, si te alejas de mí sentiré dolor, porque te odio y no soporto estar cerca de tu especie. Por eso este es mi castigo.

«Porque te odio y no soporto estar cerca de tu especie». Tragué grueso, pero sus palabras se quedaron, repitiéndose.

«Te odio».

«Te odio».

«Te odio».

Dioses santos.

-¿Tú me odias?

Ahora era yo quien sentía dolor, en todas partes, había una presión en mi pecho que amenazaba con formar un nudo en mi garganta. Resistí. Había sido advertido de esto y aun así lo acepté, porque quería pelear, quería mostrarle quien era yo, que no era como los que le habían hecho daño.

-No se trata de ti -tropezó sus palabras-. Es decir, tú...eres...

-Peter -dije.

-Entre tu especie y yo no va a existir nunca nada más que mutuo aborrecimiento -lo dijo sin mirarme a los ojos, se estaba desprendiendo de mí, como si dudara.

-Yo no soy como toda mi especie y sin dudas no te aborrezco -quise que lo supiera con desesperación.

Pero ella decidió ignorarme.

-Solo quédate cerca de mí y no hables -murmuró.

Tomó mi mano cuando se puso de pie y me llevó con ella, entramos en el bosque y sus pasos se hicieron casi minúsculos, me miraba de vez en cuando, estudiándome. Solo pude quedarme callado por unos minutos antes de preguntar:

-¿Por qué los odias? -casi esperé que soltara mi mano, pero no lo hizo-, ¿Por qué odias a los lobos?

Ella me había contado sobre su recibimiento en la manada, pero...tenía la sensación de que había más.

Maureen se plantó y me miró con intensidad, cavando, buscando en mí interior.

-¿Cómo puedes preguntar eso? -cuestionó incrédula-. Soy una bruja, omega -dijo cada palabra esperando que la respuesta estuviera allí-. No lo entiendes, por supuesto, no creciste aquí -sus ojos se volvieron brillantes de ira-. Ellos me hicieron daño cada día, fue una pesadilla -exclamó, sus hombros se estremecieron-. Yo solo era una niña, no comprendía nada y...Tuve que dejar la escuela por culpa de ellos, piensan que somos basura, nos tratan como si lo fuéramos -la voz se le rompió, pero solo avivo la ira en sus ojos-. Pero la verdad es que solo tienen miedo de mí.

La bruja y los lobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora