Peter.
Cedió y me hizo ceder con ella.
La manera en la que estábamos evolucionando ese beso podía considerarse inapropiada y escandalosa, para mí era perfecto, delicioso, devastador. Ella era mi mitad. Mi compañera. Y había decidido ayudarme antes que defenderse a sí misma.
Eso me devastó.
Su respiración me bañó el rostro cuando abandonó mis labios para recuperar el aliento, lloraría por ellos de nuevo. No fue necesario. Ella regresó a mí sin tener que rogar o suplicar. Volvió a besarme y su pequeña lengua entró en mi boca, enardeció mi sangre, mi cuerpo. Estaba excitándome tanto que iba a hacerme trizas con solo besarla.
Cuando abrí mis ojos para admirarla perdí mi aliento, tenía sus ojos cerrados, sus pestañas estaban acariciando la piel debajo de sus ojos.
«Maureen». Pensé en que su nombre podría ser una nueva palabra para describir lo que era hermoso y arrebatador.
Sus manos en mi cabello se deslizaron por mi cuello, tocando mi piel. Yo también quería tocarla, sentir su piel bajo mis manos, besar cada centímetro de ella y escucharla decir mi nombre.
—Maureen.
Dije su nombre porque pensé en que ella tenía que escuchar la forma en la que lo decía.
No dijo nada, pero abrió sus ojos. Eran tan grises y brillantes como la luna, me seducían. Seguía teniendo el rastro de lágrimas en sus pestañas, había estado llorando y eso me hacía sentir terrible, porque ese bastardo la había lastimado y yo no había podido hacer nada para detenerlo. Me sentía impotente.
La atraje con rudeza hacia mi cuerpo, un instinto que despertó ante los recuerdos de ella siendo derribada por Briel. Maureen se tensó entre mis brazos, pero no por mí, era otra cosa. Una de sus manos estaba aferrada al collar que tenía la cadena más larga.
—Maureen —llamé, desesperado porque me dijera cualquier cosa.
—Regresemos a la cabaña.
Su voz fue tan baja que apenas la escuché.
*****
No nos tomó mucho tiempo llegar a la cabaña, desde el momento en el que Maureen había salido de la laguna, no detuvo sus pasos. Cuando llegamos había un paquete frente a la puerta, el papel que lo envolvía tenía dibujado símbolos que no podía reconocer. Olí la magia en él.
Maureen se olvidó de mi presencia en cuanto vio el paquete, corrió y se acuclilló para recogerlo.
—Oh, Dioses —chilló sonriendo.
Desgarró el papel y descubrió una caja, había frascos de diferentes tamaños dentro de ella. Algunos parecían contener frutas y bayas en almíbar, pero no estaba seguro, tendría que olfatearlo de cerca.
—¿Qué es eso? —pregunté con curiosidad.
Maureen se sonrojó cuando me miró.
—Cosas de bruja.
Su tono al decirlo me hizo retroceder. Su frase había sido como un educado: «No te entrometas».
Hizo una mueca al percatarse de mi reacción, sin mirarme añadió:—Solo son ingredientes para hacer otras pócimas y tónicos. Pero estás en especial son para... —tomó una tarjeta que tenía una escritura delicada, frunció su ceño al leer—. Tengo que hacer una entrega.
Arrugué mi rostro.
—¿Entrega? ¿A quién?
—Dasher Smith —se encogió de hombros. Volvió a mirarme—. ¿M-me ayudas con esto? —señaló la caja, levantándose.
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La bruja y los lobos
Loup-garou"Era magnifica. Perfecta. Perfecta. Perfecta. La voz en mi cabeza no se callaba, seguía gritándolo y lo supe, supe lo que era para mí, supe lo que éramos. Ella ya se había ido, pero yo me quedé en el suelo, me miraba a mí mismo, tan delgado que los...