Los lobos

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—¿Te has vuelto loco? —tosió mi abuela, en sus ojos el fuego se encendió.

A lo lejos se escuchó el canto de los lobos y mi corazón contestó volviendo a la vida.

—Solo deseo tener a mi familia de nuevo —declaró—. Que disfruten lo mismo que yo, que entiendan mi forma de ver el mundo. Si eso me hace un loco, entonces deberé ser llamado así hasta el final de mi existencia.

Existencia —mi abuela enarcó su ceja—. Ahora eres inmortal, Gilbert. No vas a tener a tu familia por mucho tiempo.

Porque para los inmortales el tiempo era nada, un suspiro.

Había creído que tener a mi padre de nuevo era un sueño, pero esto se había tornado en una pesadilla. Una donde él no solo quería a su familia de nuevo, sino que también quería cambiarla.

Me dolió darme cuenta de que el hombre frente a mí, aunque tuviera el rostro de quien me había arropado por las noches incontables veces, no seguía siendo mi padre. No el que había conocido. Esos rasgos de mármol estaban pintados con egoísmo, posesividad y arrogancia.

Se había convertido en un carismático depredador.

—No.

Detuvo su baile y me miró.

—¿Perdón, mi cielo?

—Tú no puedes pensar en serio que nos convertiremos —mi voz sonó al borde de la desesperación—. Tú no lo haría.

—¿Y por qué no? Si no se convierten en lo que soy no van a poder seguirme el paso.

—Nunca lo haremos —musité—. Tú eres inmortal, nosotras moriremos.

Su rostro se contorsionó con dolor.

—Gilbert —llamó mamá—, nosotras somos brujas. No vampiros. Convertirnos es desafiar a la naturaleza, alterarla.

Mi padre —o ese hombre que tenía su cuerpo— dejó de estar contento.

—No tienen que tener miedo, van a estar bien, además, se maravillaran con todo lo que este nuevo mundo puede ofrecerles —mi padre me ofreció su mano una vez más, pero yo retrocedí—. Maureen —riñó.

—Lo siento, pero no quiero eso. Yo no quiero ser convertida —la gravedad se marcó en sus facciones—. Papá, tienes que entender, lamento tanto que te haya sucedido lo que pasó y te amo, pero no puedes pretender que sigamos tu camino, no puedes esperar que dejemos toda nuestra vida para seguirte —negué—. Yo no quiero eso para mí, te quiero en mi vida, sí. Pero no voy a ser convertida.

Sus manos de hielo tomaron mi rostro.

—Serás una vampiresa preciosa, Maureen. Poderosa —intentó persuadirme.

Como si esas cosas significaran algo para mí.

Tenía lo que quería. Yo ya era suficiente.

—Soy poderosa —le recordé—. No necesito más.

—¿Es por el lobo? —su voz se volvió inusualmente calmada—. ¿Es por esa abominable bestia que te niegas? —giró su rostro hacia mi madre—. ¿Tú sabías que nuestra hija se ha emparejado con una de esas criaturas?

Mi madre habló antes de que yo pudiera hacerlo: —. Maureen es su mitad, Gilbert —mi abuela se movió cerca de mi madre cuando se dio cuenta de la expresión fría que se adueñó de mi padre—. Y Peter no es una abominable bestia, es el niño con el corazón más puro y sensible que he conocido. Ha tenido una vida dura y aun así su bondad está intacta. Él la ama y la respeta. Nunca podría desearle algo mejor a mi Maureen.

La bruja y los lobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora