Mi respiración se aceleró. Convertí mis manos en puños y halé desde dentro de mí las gotas de magia que había recuperado.
—¿Qué estás haciendo? —masculló Peter—. No, no, Maureen.
—Lo siento, pero no puedes involucrarte en esto —retrocedí.
—No, por favor, déjame ir contigo.
—Josh está buscando a su mitad, lo que siente ahora no es racional, si la encuentra cerca de otro macho... —sacudí mi cabeza—. Yo haré esto.
Me di la vuelta.
—Estás agotada, Maureen —intentó—. ¡Maureen!
Bajé corriendo, Ivy no había dejado de golpear la puerta un solo momento. Cuando la abrí se lanzó a mis brazos hecha un mar de lágrimas, un escalofríos me atravesó.
—¿Qué paso, Ivy? —miré afuera, asegurándome de que no hubiera nadie acechándola.
Su cuerpo temblaba tanto que terminó colapsando sobre mí.
—Me equivoque, él no es bueno, Maureen —lloró.
—Mírame —sujeté su rostro, sus esferas azules estaban vidriosas—. Respira —ordené—. Ven aquí.
Ella no se estaba calmando, su respiración era un desastre y aunque trabajaba por tranquilizarse no lo conseguía. La hice sentarse en el suelo y meter su cabeza entre sus piernas.
—Por favor, Ivy. No dejes de intentarlo —apreté sus manos—. Mi magia está agotada, si te asfixias no podré ayudarte. Concéntrate en respirar.
Me obedeció, no habló, ni me miró. Cerró sus ojos con fuerza y se centró en ella misma.
Verla tan deshecha hizo que la sangre me hirviera.
¿Qué había hecho Josh para dejarla así?
Sabía que se estaba acercando, el viento erizaba mi piel y dejaba mi boca con un sabor agrio.
—No dejaré que te haga daño, tampoco permitiré que te lleve si eso no es lo que deseas. Confía en mí —le dije.
Me puse de pie y salí cerrando la puerta.
Vi a varios lobos salir de bosque, iban con los torsos desnudos y los pantalones a medio poner. Quien los iba liderando era Josh. Tenía una mirada feroz, irreconocible. Esperé, no iba a lanzármele encima sin magia, eso sería estúpido.
Los lobos gruñeron cuando los enfrenté en mi porche.
—¿Qué hiciste con ella? —ladró el futuro alfa.
Enarqué mi ceja.
—¿Qué hiciste tú con ella? —ataqué—. No te atrevas a gritar, ella está adentro teniendo un ataque de pánico, si no quieres que empeore te sugiero que calles a tus perros.
Josh les dirigió una mirada que los hizo a todos retroceder.
—Será mejor que mantengan el puto hocico cerrado —amenazó antes de mirarme otra vez, sus ojos estaban tan oscuros que parecían los mismísimos ojos de la noche—. Déjame verla, puedo escuchar su respiración, está mal.
Puse mi mano en su pecho deteniéndolo.
—No quiere verte —avisé.
—Apesta a sangre allá adentro —se angustió—. Tú apestas a sangre.
La ira me clavó sus garras en mí, fue tan evidente que incluso Josh se quedó observándome, percibiendo que algo había cambiado en mi humor.
—Apesto a sangre porque tus malditos soldados casi matan a golpes al omega, si no fuera por mí probablemente estaría muerto —siseé.
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La bruja y los lobos
Lobisomem"Era magnifica. Perfecta. Perfecta. Perfecta. La voz en mi cabeza no se callaba, seguía gritándolo y lo supe, supe lo que era para mí, supe lo que éramos. Ella ya se había ido, pero yo me quedé en el suelo, me miraba a mí mismo, tan delgado que los...