Capítulo 37

20 0 0
                                    

"Adiós."

Alisson

Lastimosamente he aprendido que a nuestros enemigos se les debe tener cerca o enterrados veinte metros bajo tierra, que sepa que donde estén no te molestaran, no te atormentaran y no atentaran contra ti o los tuyos y eso tuve que hacer con Sofia, debía ver más allá de una simple colaboración con Anton, debía ponerla en su lugar, debía lograr que no me atormentara su presencia y eso hice.

Las situaciones en las que la vida nos pone, son calificativas, nos pone a decidir que eliges para sobrevivir, a que adversario mataría, aniquilarías o torturarías para sobrevivir, la respuesta es simple, que no haría por sobrevivir, como Anton me dijo, en este mundo los tiburones devoran pescaditos, si quiero sobrevivir debo ser un tiburón, un megalodon.

Llamemos instinto a mi manera de proteger a los míos, es como una mama osa que siempre protegerá y velara por los suyos, no estoy solo yo ahora, dos personas que pronto vendrán a este mundo me necesitan, necesitan que su madre sepa controlar el mundo para que nadie los dañe, para que nadie se atreva a hacer algo en su contra, necesito que mis pequeños estén a salvo.

Asesinar a sido lo peor que he hecho, ver las caras de las personas, sus ojos mirándome suplicándome que no lo apriete el gatillo o que no deslice mi daga por su cuello, cinco personas he asesinado y el poder que detona en el momento que lo hago es incomparable, me siento completamente invencible, pero cuando el rato pasa, la culpabilidad me llena, el dolor se perpetra en mi interior, como si a mi alma le doliera.

Sin embargo, el instinto no me permite diferenciar el dolor del placer, el placer de saber que a los que he asesinado se lo merecían y no volverán a invadir mi mente, ni a perturbar a los míos, esa es la única satisfacción que me queda.

Descarada. Así me siento estando en el entierro de Sofia, pero sin dejar de lado mi satisfacción y placer de saber que no perturbara nunca más este mundo, es la única persona que he asesinado y no siento arrepentimiento, al contrario, haberlo hecho fue gratamente magnifico.

Poso del lado de mi esposito Niccolo, mientras este mira en un punto fijo la caja en la que Sofia se encuentra, se culpa por ello, por no poder protegerla sin saber que yo goce el hacerlo, su dolor es mi más grande gratificación.

La punzada de dolor cada que mis pequeños patean, es altamente dolorosa, ahora que tengo una apuñalada debajo de mi vientre, duele como el infierno cada que se mueven o patean, sin embargo, debo mantener la postura, como si nada doliera, como si nada pasara, sonrisa falsa y seguridad en ti, siempre funcionara.

Pasar ocultándome de Niccolo fue difícil mas no imposible, nada es imposible, me mantuvo Anton oculta unos días más en el hospital, siempre vigilando como me encontraba o algun cambio, jamás se apartó de mi lado y todo lo que hizo me ayudo a mi pronta recuperación, inyecto en mi sistema una droga que me ayudaría a mi rápida cicatrización y a una pronta recuperación, para volver al lado de Niccolo.

Al comentarle a Niccolo que alguien quiso asaltarme y me apuñalo, fue fácil, convencerlo de que fue una cortada menor y no sucedió nada, pareció tranquilizarlo, lo que él no sabe fue de mi visita al hospital y de todo lo que sucedió en él.

Dejo el lado de Niccolo para caminar y aproximarme a Philip antes de que terminen de sepultar a Sofia y partir de aquí, no es un punto seguro para ninguno de los presentes, puede ser un buen objetivo para atacar.

- ¿Saben quién lo hizo? - pregunto al llegar al lado de Philip, pero sin dejar de ver al frente.

-La mafia australiana, los Baldercom, no están contentos con que en poco tiempo tú y Niccolo se incorporen en la cima, saben que Niccolo quiere Australia y eso los está enojando bastante, no dudaría en que ellos sean los involucrados en esto. -dice Philip sin dejar de mirar al frente y pasándome una carpeta.

Desgracia Ardiente (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora