Llego a mi departamento y antes de que llegue Luciano, decido darme un baño relajante que me despeje la mente. Últimamente estoy a mil por horas y mi cabeza parece que quiere estallar. La situación es tan compleja que a veces siento que me voy a dar de bruces contra el suelo y que voy a fracasar.
Ante todos soy una abogada segura de mi misma porque mi padre, que era un hombre muy sabio, me dijo que para todo lo que fueras hacer, tienes que tener la confianza en ti misma de que vas a triunfar, la mente es muy traicionera y las inseguridades nos pueden llevar a un muy mal punto de la historia. Mi padre, como siempre, tenía razón.
Esa confianza que él me creó en mí misma, me ayudó mucho durante mis años de universidad cuando había momentos que pensé que no podría seguir. El accidente que me los arrebató se llevó mucho de mí. Ellos eran mi mundo, un abrazo de ellos lograba calmar cualquier pena que tuviera y el chocolate de mamá era lo más reconfortante.
Dios no me dejó sola como creí en aquel entonces. Me regaló a mis chicas, Chiara y Carina fueron una contención para mí cuando las conocí. Al principio yo fui una auténtica piedra en el zapato, pero bueno, un buen día, eso cambió y yo cambié.
El timbre del apartamento me obliga a salir de debajo de la regadera. Que manía de interrumpirme cuando necesito relajarme. Salgo envuelta en un albornoz y abro la puerta para encontrarme con Martín.
No logro recordar la última vez que estuve sonrojada, pero estoy segura, que el color debe de haber subido a mi cara de manera abismal, me siento el rostro caliente.
—Qué formas de recibir a las visitas, abogada —se burla, sin embargo, me da una repasada por más de medio minuto. El albornoz es sumamente pecaminoso, es de satén rosado claro y corto, apenas y cubre algo de mis piernas. En pocas palabras, estoy casi desnuda.
No lo quiero aceptar en voz alta y no creo que lo haga, pero el atractivo de este hombre, esa barba que nunca he tocado y esa mirada que parece querer reventarte por dentro, mutilan, pero sería de muy poco profesionalismo mío de enredarme en una historia con él.
—Sinceramente no, señor Lefevre. El tema es que irrumpió mi momento de relajarme —contesto cruzando los brazos por debajo de mis pechos, los cuales se elevan y él no se molesta en disimularlo. Me observa con total descaro y eso provoca que mis pezones se endurezcan—. Maledizione —murmuro bajito sin que me escuche lo suficiente—. ¿A qué se debe su inesperada visita?
—Quería hablar contigo sobre todo lo que...
—Buenas tardes. —Amo a mi mejor amigo, pero ahorita mismo, quiero matarlo por haber interrumpido lo que Martín iba a decir—, me llamaste, cariño, y aquí estoy —dice Luciano ignorando a Martín y viene y me abraza a modo de saludo.
—Yo me retiro entonces para que atiendas a tu... Amigo —concluye. Veo que aprieta la mandíbula. Parece que quiere decir algo más y se va.
—Siento que interrumpí algo que estaba comenzando —dice mi amigo mientras yo aún tengo la puerta abierta.
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Defendiendo la Verdad
ChickLitDos abogados un matrimonio roto Una empresa envuelta en un desfalco donde no se sabe quien es el culpable. En esta historia te aseguro mucha intriga entre el caso y descubrir quien es el verdadero culpable. Dame la oportunidad y no te arrepentirás.