Capítulo 25: Duro golpe 🧑‍⚖

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Narra Martín

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Narra Martín

Había venido a hablar con la fiscal a pedirle una orden de cateo para revisar la casa de Alonzo. Anoche cuando llegué, mi informante me recibió con información. Este hombre tiene algo que ver en esto. Según el informe, iba y venía de diferentes lugares con portafolios llenos de papeles, sin embargo, no los recogía en ninguna notaría o banco para justificar movimientos de dineros o documentos que tuvieran que ver con la empresa. Por eso necesitaba esa orden, para tomarlo por sorpresa.

Cuando escuché que Antonella está aquí decido quedarme tras la puerta a escuchar. La secretaria de la fiscal no estaba en su puesto para anunciarme y seguí de largo hacia la oficina puesto que es bastante temprano como para que estuviera reunida y me equivoqué porque allí están ambas.

La solicitud de Antonella de ir al aeropuerto es un gran paso, aunque no creo que sea tan sencillo. Estoy seguro que esa identidad es falsa. Que tras ella se esconde el verdadero culpable, pero claramente, no puede usar su nombre de pila, sería demasiado ingenuo si lo hace y ha demostrado tener un buen grado de inteligencia.

Hiervo de rabia cuando escucho que uno de sus sospechosos soy yo solo por la llamada que escuchó con Donato. Sé que con todo lo mal que lo he hecho con ella, tiene sus razones para pensar algo así, pero decírselo a la fiscal ya es demasiado. Estoy consciente de que no debí revisar sus papeles, pero no puedo decirle lo que me dijo Donato sobre el dinero. Eso lo perjudicaría mucho más su relación con Anna y no quiero seguir siendo el causante de que su relación este cada día más desgastada.

La rabia me ciega, salgo de allí sin lo que vine a buscar y manejo embravecido hacia el edificio de Antonella. En algún momento tiene que salir de allí y llegar a su casa. Tras una hora esperando en el auto, veo el suyo estacionarse y salgo tras ella. La intercepto antes de que tome el ascensor. Agradezco que el conserje no esté en su sitio y la arrastro hasta una oficina sin llave.

—¡¿Qué mierda te pasa?! —me grita, zafándose abruptamente del agarre de mi mano. Se voltea tras sostenerse del escritorio del minúsculo cuartucho en que la he metido.

—¡Pasa que me vas a joder la vida y no te lo voy a permitir! —grito.

—No sé de qué estás hablando. Más vale que controles tu jodido genio porque voy a empezar a gritar. —Es pequeña, pero sabe gritar tanto como yo. A este paso acabarán descubriéndonos aquí dentro.

—Hablo de que te fuiste de chismosa con la fiscal y le dijiste que sospechas de mí cuando no tienes absolutamente nada para comprobar semejante desfachatez. —Ella abre sus ojos al ver que lo sé todo.

—¿Cómo sabes eso?

—No olvides que yo sé todo lo que quiera saber, pero para resolver tu duda, fui hablar con ella a pedirle algo para que fuéramos..., sin embargo, lo jodiste con tu maldita desconfianza. Escuché todo lo que le dijiste.

—¿Qué esperabas que hiciera? Desde que escuché esa llamada no he dejado de pensar que solo me estás manipulando para encontrar más información que no he querido darte. Decidí dejar mis desconfianzas a un lado uniéndome a ti, pero me decepcionaste. Si no te llego a escuchar estoy segura que no me hubiera enterado y yo haciendo el papel de estúpida.

Tiene razón. Si ella no me hubiera escuchado todo hubiera sido como si nada. No esperaba que algo así pasara. Ella estaba en la conferencia, pero Donato tardó tanto en responder el maldito teléfono que no reparé en todo el tiempo que perdí y me respondió justo cuando ella llegó de la conferencia.

—¿Ves? No puedes negármelo. Esperé, Martín —me dice y no la entiendo—. esperé una muestra de sinceridad de tu parte y que me digas que está sucediendo. —Me jalo el pelo, frustrado—. Anna me llamó diciendo que Donato se había vuelto loco. Estoy segura que se trata de lo mismo. —No se equivoca.

—No puedo decírtelo, Antonella.

—Entonces no me pidas que confíe en ti cuando tú no lo haces en mí.

—Solo quiero que sepas que ni Donato ni yo estamos involucrados —afirmo con certeza. La miro, intentando ver si me cree, aunque sea un poco, pero solo encuentro sus ojos inexpresivos—. Necesito que me creas —le pido.

—No puedo hacerlo. Si quieres que lo haga, debes decirme qué sucede. —Niego con la cabeza—. Entonces está conversación no tiene sentido.

—No permitiré que me destruyas solo por un malentendido. No me hagas hacer cosas que no quiero hacer.

—No tienes nada que pueda perjudicarme, Martín. Ahórrate tus amenazas. —Se aleja de mí, tomando el camino a la puerta para dejarme solo como un imbécil.

—Si lo que le dijiste a la fiscal me perjudica de alguna manera, le mostraré el video que tengo cuando entraste a la comisaría a ver Annalisa cuando se te negó la entrada. —Su mano se queda en el pomo de la puerta y voltea a verme con la rabia adornando sus hermosos ojos.

No quería llegar a eso. Cuando grabé ese video lo hice con la intención de tener un as bajo la manga con el cual pudiera manejarla si algo se salía de control, pero mis deseos de hacerle la vida imposible se fueron a la mierda cuando me di cuenta de que está enemistad solo fue una forma de disfrazar lo mucho que me atrae.

Esas agallas de enfrentarme, de ponerme en mi lugar, hicieron que cada día mis dudas se esfumaran. Sin embargo, por mucho que sienta por ella, no voy a permitir que me perjudique de esa manera.

Su silencio me alarma. Debe de estar pensando en las mil maneras de matarme o intentar contrarrestar el golpe que acabo de darle. Sin embargo, no puede. Desde que grabé ese video supe que cuento con un arma letal en mis manos para destruirla.

—Antonella, yo no... —Levanta su mano para indicarme que cierre la boca.

—Ya has hablado lo suficiente, Martín. 

Ese Martín es una rata peluda

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Ese Martín es una rata peluda. ¿Qué opinan de sus acciones?

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