Capítulo 34: Volviendo a ti 🧑‍⚖

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Estamos en la oficina de la fiscal con el registro que nos dio la mujer impreso

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Estamos en la oficina de la fiscal con el registro que nos dio la mujer impreso. Ya quedaba claro que a Alonzo, no podíamos culparlo de algo de esto, sin embargo, hay acciones suyas que jugaban en su contra para salir limpio del caso.

En el caso de Lorenzo Ferri, es todo un misterio para nosotros. No hay nada de él en el sistema, lo cual es bastante raro y la fiscal no le encontró explicación a semejante respuesta por parte del personal que estaba trabajando en el área. Sin embargo, esa mujer que fue Alemania junto a Lorenzo, no sabíamos de su existencia y de ella si se encontraron algunos datos, pero debíamos esperar.

Finalmente está Vitale. Es mucha casualidad que haya viajado el mismo día, pero con un destino diferente. Suiza no está muy lejos de Alemania, por tanto, de que puede ir, puede. A lo mejor intenta despistarnos. Entre los archivos de la empresa logro encontrar información suya que me da una idea y sin planteárselo a la fiscal, salgo de allí.

El dato más importante del archivo, es que Vitale maneja un pequeño despacho independiente donde toma casos de poca complejidad, pero que aun así es un extra que gana con esos pequeños trabajos mientras realiza el suyo en Arrazi d'oro. La dirección estaba allí. Iré esta noche a ver si encuentro algo de utilidad que me indique que está involucrado. Algo tiene que haber en ese lugar.

En la noche, alrededor de las diez, me encuentro en la calle oscura donde en la esquina se ve la pequeña oficina completamente a oscuras. Cuando compruebo que no hay nadie, me acerco y tomo el mando de la puerta que cede. Vaya, Vitale o es muy ingenuo u olvidó ponerle llave a la puerta. Había pasado por alto ese detalle.

Al entrar, tomo una linterna que traje para evitar prender las luces y encuentro el escritorio repleto de papeles. Comienzo a revisar todo con una mano en la linterna y otra rebuscando en los papeles y no encuentro nada de utilidad. Hasta que una carpeta color lila llama mi atención y veo el documento de una inversión que Arrazi d ́oro haría. El documento no tenía firma.

Cuando estoy recogiendo todo para marcharme, alguien tapa mi boca tras de mí, haciendo que suelte la linterna de mis manos y abra mis ojos asustadas. Joder, me atraparon con las manos en la masa. Mi corazón late acelerado. Su mano no se mueve de mi boca y se mantiene en silencio.

—¿Antonella? —Escucho la voz de Martín. Me suelta y logro respirar con calma. Menos mal que es él.

—La misma. ¿Cómo me has reconocido?

—Tu perfume, Antonella. Lo reconocería en cualquier parte. —Se acerca a mí.

Me mira con esos ojos cafés que puedo notar a pesar de la oscuridad que nos rodea. Se acerca y acaricia despacio mi rostro en una caricia que me estremece. Solo llevamos un día sin vernos y hasta ahora me doy cuenta de lo mucho que necesito su presencia.

—¿Cómo supiste que estaba aquí? —inquiero.

—La fiscal me informó de todo —me cuenta—. Por lo visto, decidimos hacer lo mismo, investigar por nuestra cuenta y terminamos en el mismo lugar. —Asiento.

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