Capítulo 31: Por una amenaza 🧑‍⚖

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Aquellos tres días luego de haber dejado a Anna en casa de Donato, se pueden describir como inolvidables

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Aquellos tres días luego de haber dejado a Anna en casa de Donato, se pueden describir como inolvidables. Al principio, como siempre, mis dudas sobre lo qué esperar de él, me jugaba malas pasadas en mi cabeza, sin embargo, Martín puso todo de su parte y yo decidí alejar cualquier tipo de pensamiento negativo.

Las actividades que mis ex compañeros planeaban, les huía como la peste, pero con Martín, se sintió correcto. Nunca pensé que fuese así de juguetón y sencillo. Las trivialidades con él se vuelven especiales. Sencillamente estoy cayendo muy profundo por este hombre.

En el plano sexual nos estamos tomando nuestro tiempo de conocernos. Mi primera noche oficial aquí nos dimos unos cuantos besos que me pusieron a delirar, ¿cuándo un beso había significado tanto? Nunca, solo con él fui capaz de sentir aquello que ningún otro despertó.

El calor nos llevó a explorarnos como si de un lugar desconocido para ambos se tratara. Disfruté de una experiencia diferente, de un hombre tocándome con delicadeza, haciéndome ver estrellas sin llegar como tal al acto sexual.

El miércoles fue un gran día. Martín, gracias a sus influencias logró que lo que hizo aquel profesor conmigo no se quedara impune. A pesar de que me gradúe hace dos años, había una copia del archivo que no recordaba haber enviado y que, si no me hubiera metido tanto en mi decepción, lo hubiera recordado. El archivo lo tenía mi profesor, no el suplente causante de todo, si no el profesor que nos dio la tarea. Esa fue la prueba y el suplente fue expulsado de la universidad y quitado sus títulos de abogado y profesor titular.

Gracias a que todo se aclaró, mi curriculum está más presentable y tengo dos ofertas de trabajo que pensaré cuál es mi mejor opción después de acabar con el caso de Anna.

Esta noche planeamos celebrar todo lo bueno que está pasando, pero ahora nos dirigimos a casa de Donato para contarle a Anna que estoy segura se pondrá feliz por mí.

Cuando Martín se estaciona ambos nos miramos. Afuera se encontraban dos patrullas con un policía en cada uno. Salimos rápidamente del auto y los hombres nos piden que nos identifiquemos, haciéndonos perder el tiempo mientras yo lo único que quiero es saber si Anna está bien.

Cuando finalmente entramos, vemos a la fiscal acompañada de dos guardias que parecen custodiarlos, a una Anna con los ojos rojos del llanto y a un Donato que se jala el cabello, sentado en el gran sillón.

—Buenas tardes. ¿Alguien quiere explicarnos qué está sucediendo aquí?

—Sucede que Donato está involucrado en el caso y decidió culparme a mí para salir librado.

Abro los ojos ante las palabras de Anna. Con razón está así. Me lleno de rabia por dentro y observo a Martín quieto en su lugar sin poder reaccionar. No tengo idea de en qué se basa Anna para decir eso, pero la fiscal sabrá decírmelo.

—¿Qué pruebas tienen para solventar dicha acusación, señora fiscal?

—Una transferencia que se nos pasó por alto en los informes que recopilamos en la empresa, señor Lefevre. Su representado transfirió la suma de cinco mil euros a su primo desde la cuenta de la empresa y no hay registros del porqué transfirió esa suma de dinero. —Martín cierra los ojos.

—Di para qué transferiste ese dinero, Donato —le aconseja Martín y el susodicho levanta la mirada para verle y negar con la cabeza.

—Se está negando a colaborar. Me voy a ver en la obligación de detenerlo. La transferencia fue durante el tiempo en que ya Arrazi d' oro se encontraba bajo investigación.

Está situación a cada minuto empeora. Me siento realmente mal por Annalisa. No se merece una traición de semejante nivel. Debe de ser terrible darse cuenta que has estado al lado de una persona que no le importa perjudicarte. De pensar en que me pueda suceder lo mismo, me erizo de pies a cabeza.

—Condúzcanlo —dice la fiscal a los policías y se da la vuelta para salir.

—¡Espere! —chilla Donato y ella se devuelve—. Le diré la verdad, solo pido que mi esposa no esté presente.

—Eres un desgraciado. Después de todo el daño que me has hecho pides una exigencia como esa. No lo voy a permitir. Quiero estar presente. ¡Quiero saber cuál es el motivo por el que decidiste olvidarte de lo poco que sentías por mí para lanzarme a los buitres como lo haces desde que me culpaste! —grita Anna, nerviosa.

—Donato —lo llama Martín—, habla ahora para que este malentendido se solucione.

¡Maldición! Martín lo sabe todo. Eso que Donato se niega a decir, Martín lo sabe. ¿Será que Anna tiene razón y hay algún negocio sucio en el que Donato se vio involucrado? Si ese hubiese sido el caso, Martín le hubiera podido ayudar. Al fin y al cabo, para eso estamos.

—La perderé —alega.

—Ya la has perdido, amigo. —Su cara refleja dolor. Están hablando de Annalisa. No entiendo el maldito trabalenguas que tienen entre los dos.

—No tengo tiempo para perder, señor Milano. O lo dice ahora o lo dirá frente a juez —amenaza la mujer, exasperada.

—No olvides que te amo. —Annalisa abre sus ojos y las lágrimas empiezan a brotar de ellos.

—Es demasiado tarde para darte cuenta. Ojalá me hubieras dicho esas palabras en los dos años que llevamos casados —dice.

—Ese dinero se lo transferí a Dante para callar una amenaza que me persigue por mucho tiempo —dice Donato.

—¿Una amenaza de quién, señor Donato? —El mencionado mira a Martín y este asiente, pesadamente.

—Una ex amante.

Anna cubre su boca para evitar el grito que quería salir de ella. Me acerco y la abrazo para brindarle un poco de contención, aunque dudo que algo logré aliviar el dolor que está sintiendo. Ella se suelta de mi agarre y va hasta él y le suena una bofetada.

—¡Eres un bastardo! —Le suena una cachetada con tanta fuerza que le vira la cara.

—Cálmate, Anna. —La sujeta Martín.

Ahora que sé la causa de ese dinero, el saber que Martín tenía tanto afán en ocultármelo, me hace caer en el mismo hueco de siempre: las dudas.

—No es lo que piensan —dice mirándonos a las dos—. Déjenme explicarles cómo fueron las cosas. —Intenta justificarse.

—Da igual cómo haya sido, Donato. Lo único que sé, es que me engañaste.

¿Será esa amante la culpable de todo? 

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¿Será esa amante la culpable de todo? 

¿Cómo van con su lista de sospechosos?

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