Capítulo 39: Encontramos al culpable 🧑‍⚖

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El día hasta que llegara la noche pasa lo suficientemente lento, logrando que mi paciencia esté a punto de estallar

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El día hasta que llegara la noche pasa lo suficientemente lento, logrando que mi paciencia esté a punto de estallar. Martín me había aconsejado que la hora adecuada era casi entrada la madrugada, que es más fácil pasar desapercibido. Lo noto nervioso a medida que la hora se acerca mientras que yo quiero saber de una vez lo que encontraremos en esa casa.

Nos vestimos por completo de negro como si fuésemos asaltar un banco, aunque Martín tiene razón al alegar que no seremos notados en la oscuridad, aunque mi cabello rojo quizá sea un problema, por lo que lo recogí, ocultándolo en una gorra.

Estamos un auto alquilado por Martín, en la dirección que Alonzo me dio. El GPS nos guió a las afueras de la ciudad. En una zona casi desierta de casas, al no ser por tres casas. La nuestra era la última. Las tres casas parecían estar vacías. Todo el lugar está oscuro, lo cual espero que facilite las cosas.

Martín me toma de la mano cuando bajamos del auto y caminamos hacia la casa. Cuando llegamos a la puerta, me doy cuenta que pasamos ese pequeño detalle por alto. Miramos a nuestro alrededor buscando una alfombra donde haya una llave o una planta sembrada, pero nada.

Finalmente, se me ocurre algo que pensé que solo funcionaba en las películas, pero cuando aprendí, se volvió una pequeña travesura. Un gancho de los que sostiene mi cabello. Hago lo mismo que en otras ocasiones, buscando el punto exacto y tras algunos minutos donde Martín me observa, lo logro.

—Sé que no es el momento —dice cuando abro la puerta en su totalidad—, pero ¿dónde aprendiste hacerlo?

—Cuando era joven logré escaparme varias veces de casa con mis amigas gracias a eso porque mis padres trancaban la puerta de salida. —Comienza a reírse al tiempo que entra tras de mí a la casa.

—Eres increíble. Tuviste una juventud muy divertida. —Asiento.

Observamos todo a nuestro alrededor luego de encender la linterna. Es una casa como otra cualquiera. Miro a mi alrededor, buscando un lugar por dónde comenzar y decido ir a la habitación principal.

El lugar es sumamente frío, carente de color. Las paredes están pintadas de gris, con muy poca decoración más que los objetos útiles que tiene una habitación. En la esquina, un buró, llama mi atención.

Martín se acerca tras de mí y comienza a revisar los cajones que allí hay mientras yo decido abrir los folders que hay sobre el escritorio. Tras aproximadamente, diez minutos, ambos suspiramos frustrados sin encontrar nada.

—No puedo creer que este tipo nos haya engañado. —Martín luce furioso. Ahora mismo estoy segura que desea ir y acabar con Alonzo por mentirnos.

Debajo de una gran cantidad de papeles que sacó Martín, noto algo que llama mi atención. Es un sobre igual a todos los demás, pero se ha abierto y muestra lo que parece ser una foto. Tomo el sobre y no caen una, sino varias fotos de todos: Annalisa, Martín, Donato, Alonzo y hasta mías. La última foto es de una mujer que reconozco como la mujer a nombre de quien está la nueva cuenta de Alemania.

—Estamos en casa de Lorenzo Ferri.

—Nos tiene vigilados a todos —afirma Martín y entonces lo veo rebuscando y toma otro sobre. Este hombre tiene obsesión por los sobres del mismo color—. Antonella, mira esto —dice mostrándome algo que no me esperaba.

Son más fotos, pero esta vez, son más de treinta fotos de una persona en particular: Annalisa. Las fotos muestran diferentes momentos del día e incluso de la noche. En la oficina, en cenas con Donato, ellos besándose sin saber que estaban siendo fotografiados. Hay fotos de Anna en ropa de dormir. Este hombre tiene una grave obsesión por Anna, tan fuerte, como para hacer todo esto, pero aun así, siento que falta más por descubrir.

—Está demente este hombre —alega Martín—. Esto me indica que los vigila hace mucho tiempo. —Asiento—. Esto es más grave de lo que pensé. Que yo sepa Annalisa no tuvo ninguna relación con un hombre con estas características de loco.

—Que ella lo sepa, quizá no —aclaro—. Hay muchas mujeres en el mundo que son engañadas por maniáticos que le muestran una cara diferente a la real hasta lograr tenerla bajo sus garras. Nunca le pregunté a Anna sobre esto. —Fue algo muy malo por mi parte—. Por mi cabeza no pasó algo así —digo señalando las fotos mientras me recrimino.

—No te preocupes, amor. —Me abraza.

—No hay nada más que esto —zanjo—. Necesito algo más que fotos de un obsesionado para demostrar la inocencia de Anna.

Me alejo de Martín, caminando por el cuarto. Abro el closet en busca de una caja fuerte como en las películas, pero no la hay. El hombre, donde quiera que haya ocultado la información que lo inculpa, lo hizo muy bien.

Fíjese en los detalles

Esas palabras que me dijo Alonzo resuenan en mi cabeza como si hubiera algo que se me está pasando por alto. Tomo la linterna en mi mano y vuelvo a dar un recorrido por la habitación, hasta que finalmente, reparo en algo que nos pasó desapercibido a los dos.

Al entrar, dejamos la puerta de la habitación abierta, pero cuando me acerco a un gavetero que hay justo al lado, la linterna ilumina un cuadro que se pierde a través del ancho de la puerta. Cierro la puerta y observo a Martín, el cual, se acerca a mi lado.

El cuadro no combina para nada con la decoración que nos rodea. Es un cuadro colorido. Es una pintura bastante extraña, a la cual no le encuentro significado ninguno. Le paso la linterna a Martín, bajo el cuadro de su lugar y lo coloco encima de la cama. Al ver la parte de parte de atrás, vemos un sobre que se nota que tiene varias cosas dentro, pues está abultado. Despego el sobre del cuadro con ayuda de Martín y lo tomo en mis manos. Espero que esto sea lo que Alonzo quiere que encuentre.

El contenido del sobre nos trae muchas sorpresas. Lo primero que encuentro es un documento con estados de cuentas de hace un año que tiene la firma de Antonella y por el documento que hay al lado, corroboro que es el documento que tomó de su oficina para falsificar la firma de Anna para crear la cuenta a su nombre. Lo otro más importante, es la documentación de Lorenzo Ferri, y cuando tomo la linterna, la suelto en cuanto veo la fotografía. Es él. Por último, dos pasaportes falsos, uno a nombre de Annalisa, pero con otra identidad y otro a nombre de Lorenzo Ferri.

—Hemos encontrado al culpable —digo feliz.

—No hermosa, tú lo has encontrado.

—No hermosa, tú lo has encontrado

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