Capítulo 45: Un testigo que lo aclara todo.

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En cuanto Vitale escucha su nombre, su rostro se torna pálido

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En cuanto Vitale escucha su nombre, su rostro se torna pálido. ¿Quién es esta mujer? Está visto que la conoce muy bien y, sobre todo, que no esperaba su presencia en este juicio. Solo espero que lo que tenga que decir, sea realmente relevante. Las últimas palabras de Giovanni, hizo flaquear a los miembros del jurado y a la jueza. No dudaba que pudiera hacerlo, es abogado, y uno que sabe usar muy bien las palabras.

Vitale no es un hombre obsesivo común. Antes de ver la fotografía del pasaporte y comprobar que era él, me imaginé que el culpable sería alguien completamente desconocido, pero igualmente ligado a la empresa. No pasó por mi cabeza que fuera él, aunque si admito que tuve mis sospechas donde nunca pude comprobar nada.

Annalisa, Donato, Martín y Dante buscaban en mí, respuestas que no poseo. Me encuentro en su misma posición y por desgracia, no puedo hablarles para aclararles el hecho. Simplemente me encojo de hombros.

Volteamos cuando la puerta se abre por los custodios y una mujer vestida muy simple, con un pantalón y una blusa sencilla, acompañadas de unos zapatos de tacón bajo que resuenan en el mármol del que está hecho el salón. No recuerdo haberla visto en la empresa alguna vez. Miro a Anna y su incredulidad me afirma que ella tampoco la conoce. Como por acto reflejo, veo a Alonzo y me sonríe, él la conoce, no me cabe duda y como mismo le transmití seguridad hoy, él está haciendo justo lo mismo.

—¿Jura usted decir la verdad y nada más que la verdad? —Tras algunos segundos, asiente.

—Lo juro —dice con su mano sobre el libro.

—¿Qué relación tiene usted con el acusado, la víctima o alguien de esta sala, señora De Rosa? —pregunta la jueza con curiosidad y todos esperamos la respuesta ansiosos.

—No conozco a los señores Milano en persona. Es la primera vez que los veo —dice, mirándoles a ambos a cada lado—. Supongo que ella es Annalisa —afirma y la mencionada asiente—. Este hombre tiene una gran obsesión por ti.

—¿Usted sabe quién realizó la salida del dinero de la empresa?

—Sí, fue Alonzo. —Todos lo miran con los ojos abiertos, pero él, se ve tranquilo—, Pero por orden y amenaza de Lorenzo Giovanni Ferri Vitale —anuncia la mujer, asombrando a toda la sala. Ambas identidades son suyas. Por Dios, este hombre pensó en todo. Vitale quiere lanzarse sobre ella, pero la policía lo detiene. Ellos se miran, intenta transmitir miedo, pero ella desvía la mirada—. No permitiré que mis miedos por ti sean más grandes que mis ansias de encontrarlo. —Vuelve a fijar su vista en Vitale—. Para que entienda todo, comenzaré desde el principio, si es posible —la jueza, abrumada, como todos, asiente.

»—Hace cinco años pasé por una etapa de mi vida muy dura donde a consecuencia de ello, comencé a drogarme para aliviar el dolor por la muerte de mi esposo. Me había quedado sola con un hijo de un año y no supe lidiar con el dolor. Sin darme cuenta, me volví una drogadicta y servicios sociales me quitó al niño por la denuncia de un vecino.

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