Capítulo 27: Una amenaza que lo cambia todo 🧑‍⚖

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Ha pasado una semana desde aquella amenaza que me hizo Martín

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Ha pasado una semana desde aquella amenaza que me hizo Martín. No he vuelto a saber de él en ningún sentido. No tengo idea de si cumplió lo que me dijo y eso me tiene al borde de la locura.

Nuestra colaboración había acabado de la peor manera, sin embargo, era una posibilidad que no descarté cuando decidí aceptarla. Las probabilidades de que funcionara eran escasas. Somos como el agua y el aceite. No podemos mezclarnos en ningún sentido.

En momentos como este es donde me siento satisfecha de no haber cedido cuando me confesó sus celos por causa de Edel, pero no voy a negar que habría querido saber qué sucedería si hubiera dado mi brazo a torcer, quizá si lo hubiese hecho, las cosas no hubieran llegado hasta este punto. Lo cierto es que lo hecho, hecho está y no hay punto de retorno a la situación.

Gracias a Anna, en aquella conversación tras mi enfrentamiento con Martín, me había hecho ver que lo que siento por él es más fuerte de lo que yo lograba asimilar en voz alta. Mi orgullo herido me impedía hacerlo, pero a pesar de ello, mi cabeza me jugaba malas pasadas susurrándome que algo entre nosotros es sencillamente imposible. Serían peleas constantes y eso es lo menos que necesito en mi vida.

Necesito relajarme y Carina dice que lo mejor para lograrlo es un buen polvo a ver si de paso me saco a Martín un rato de la cabeza. Quizá no sea la decisión más acertada, pero es la que más me conviene ahora.

Desde mis años como estudiante, me acostumbré a mi libertad, la independencia de poder hacer lo que me plazca. En aquel tiempo tuve dos o tres compañeros de cama que ninguno duró más de seis meses. La palabra independencia para ellos no quedaba claro y ninguno de ellos fue tan importante para mí como para abandonar eso.

El caso de Martin es diferente, con él siento que no perderé mi libertad, pero el pasado inicio de nuestra relación laboral hace que no tengamos lo más importante que debe de existir en una relación: confianza. Mi padre siempre me dijo que la confianza y la comunicación son los pilares fundamentales para que funcione y, por desgracia, Martín y yo carecemos de ambas.

Después de mucho pensar en él, decido sacarlo de mi sistema. Voy a ir a bailar, a beber hasta inundar mi sistema con el alcohol necesario y quizá, si aparece un buen polvo que hace mucho no tengo ninguno. Ahora que lo pienso, llevo más de dos meses sin sexo.

Anna se había ido a dormir tras nuestra charla de cada día. No se daría cuenta de mi pequeño escape de la realidad. Me visto sexy, como cada vez que voy a bailar con mis amigos y salgo rumbo a uno de los bares de Milán que esté abierto hoy.

Al llegar, no hay que hacer fila, gracias a Dios. Voy directo a la barra y pido mi amado Sex on the beach, me he vuelto adicta a esa bebida desde que Carina me la recomendó hace un par de meses en el cumpleaños de Luciano. Mientras bebo mi trago sentada en un taburete observo la pista de baile. Hay pocas personas en ella a pesar de que la música que retumba es divina.

Tras dos copas más, decido que es suficiente. Sé controlarme cuando bebo y sobre todo cuando estoy sola. Mis problemas no harán que pierda el sentido bebiendo. Me dirijo a la pista y al finalizar la segunda canción tengo a dos chicos que me invitan una pieza. Los detallo con cuidado y como masoquista que somos muchas mujeres, escojo el que más se parece a Martín, ojos cafés y la barba de tres días que tanto me fascina en él.

Cuando me he cansado de provocarlo mientras bailamos y de hacer oídos sordos a su propuesta de irnos a un lugar más privado, lo tomo de la mano y nos conduzco a los baños. Una vez allí, no pierde tiempo en besarme con deseo, pero yo estoy como el hielo, más fría, imposible. Sencillamente, no provoca nada en mí porque no es el hombre que deseo. ¡Maldita sea!

Aparto al extraño de mí cuerpo y salgo de all,í dejándolo con un gran problema en la entrepierna que va a tener que resolverle otra. Grito unas disculpas que en realidad no siento y me marcho de allí más frustrada de lo que llegué.

El aire frío mueve mi pelo provocando que mi piel se erice al estar tan desabrigada. Cuando voy camino a mi auto, alejándome de la salida del bar y por ende de la seguridad de la misma, alguien me intercepta antes de que logre entrar en mi auto y me conduce a una carretera oscura.

Decir que tengo miedo es una pendejada. Literalmente estoy temblando. Mi respiración se vuelve irregular y el individuo que me la cubre lo nota. Se acerca a mi cuerpo presionado contra la pared y trago en seco, temiendo lo que sea capaz de hacer. Estoy indefensa, este hombre puede acabar conmigo en cuestión de minutos. Por cómo me sostiene, noto que es un hombre en buen estado físico sin llegar a ser exagerado, pero con la fuerza suficiente contra mí que soy un palo de escoba.

—Sería una lástima tener que acabar con una cosita linda como tú —susurra el hombre en mi oído. Tiene la voz gruesa. En cualquier otro momento, me hubiera parecido hasta sexy. ¿Quién diablos es este sujeto? No entiendo su amenaza—. Fui limpio, principessa. —Puta madre. Es el culpable del desfalco. ¿Quién más me diría algo así? Intento levantar la mirada para verle, pero me lo impide poniéndome de espaldas.

—Nadie es completamente limpio —alego presa del miedo.

—Yo sí —afirma con seguridad—. No hallarás nada, ¿y sabes por qué? —Hace silencio por algunos minutos—. Porque conozco cada uno de tus movimientos. Sé todo lo que tienes en las manos, sin embargo, no avanzarás un paso más. —Me revienta su seguridad.

—¡Maldito! —chillo y arremete mi cuerpo contra la pared provocando un gran impacto en mi cuerpo.

—Escúchame bien, principessa —dice agarrando un puñado de mi cabello entre sus manos, pegando su boca a mi oído—. Si no te detienes, Annalisa no acabará presa, si no en una tumba junto con su hijo. 

Bueno, bueno, bueno

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Bueno, bueno, bueno... Ya conocemos la voz del culpable y sabemos también el sexo. Pasemos a los nombres... ¿Alguna sugerencia?

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