Capítulo 24: Último día del simposio 🧑‍⚖

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Al escucharlo tragué en seco

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Al escucharlo tragué en seco. Sentía que me estaba asfixiando. ¿Qué pretende este hombre conmigo? ¿Volverme loca? Lo está logrando. Sus acciones me demuestran que es capaz de lo que sea.

Su mirada es profunda, sin embargo, no puedo creer en sus palabras, aunque la parte irracional de mí quiera hacerlo. No voy a negar que Martín me atrae, sin embargo, no tengo nada que hacer al lado de un hombre como el que ha demostrado ser. Es un cabrón sin necesidad ninguna y no estoy para lidiar con ese temperamento suyo.

—Entre nosotros no puede existir nada más allá de una relación estrictamente laboral —respondo tratando de alejarme de su cercanía. Me pone nerviosa, me distrae y no me deja pensar con claridad.

—Te estás negando a vivir algo que tú también deseas. —Esa mirada me desarma. Es tan condenadamente guapo, con esa mirada tan penetrante, que hace flaquear a cualquiera.

—Mezclar trabajo con placer es algo que nunca ha salido bien. —Coordinar mis palabras y mantenerme firme está siendo una ardua tarea cuando no logro escapar de sus brazos.

—No busco solo un poco de diversión. Me gustas, abogada. Demasiado diría yo y no sé si eso es bueno o terminará por acabar conmigo.

—Solamente estás confundido.

—Eso pensaba, pero verte con Richter me volvió loco. Es un gran colega y amigo, pero me reventó ver cómo te coqueteaba y tú tan feliz ignorándome. —En ese instante comprendí. Le hirió el orgullo no ser el centro de mi atención y que otro más le robara el protagonismo.

—Tienes un doble problema, Lefevre. Si te molesta mi relación con Edel, te aguantas. No voy a dejar de ser su amiga solo porque no te gusta dejar de ser el centro de atención. Así que te jodes.

Logro huir de él cuando se queda embelesado con mis últimas palabras. Cerré la puerta de la habitación con rapidez. Espero que no se le ocurra usar la llave que tiene para continuar con esta conversación. Suficiente he tenido por hoy. Ha sido un día intenso. Necesito un respiro de él.

A la mañana siguiente, bajo a desayunar sin esperar a Martín y me encuentro con Edel mientras camino al restaurante. Al ver que iba solo, lo invito hacerme compañía. Este hombre me cae bien, sin embargo, no puedo dejar de mirar en dirección a la entrada, esperando a ver entrar a cierto francés por miedo a que forme una escena de celos. Espero que no se atreva.

—Te siento ida. Tu cuerpo está aquí conmigo, pero tus pensamientos y tu mente no —me dice Edel al ver que no he escuchado nada de lo que ha estado hablando desde que nos sentamos hace diez minutos—. ¿Te puedo ayudar en algo? —Es tan adorable que derrite a cualquiera.

—Disculpa, Edel. No tuve una buena noche —admito sin decir el motivo que tiene nombre y apellido francés—. Espero que no me suceda lo mismo durante la conferencia.

—¿Es la primera vez que vienes?

—Sí. Yo estoy comenzando. Si estoy aquí es gracias a Martín. —Él podrá ser un patán, pero debo admitir que estoy aquí gracias a él.

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